El mismo la habia enseñado a conducir y le habia comprado el coche, y a los pocos meses... Tuvieron que sacarla los bomberos de debajo de un camion, a ella y al maldito coche. Yo le hablo de mis peliculas y de mis hijos. Le cuento como murio la pequeña Tamar, quemada por el aceite, y tambien le enseño los recortes del periodico donde viene lo del premio literario que le dieron a mi hijo. Le explico que mi marido era profesor. Tobias se pone romantico y me dice que como un marido tan sabio dejo escapar a una mujer como yo. A mi me entran respigos por todo el cuerpo y siento un gran agradecimiento hacia Tobias cuando me dice cosas tierns
Entomces nos cogemos de la mano y movenos algo los pies para que no se nos duerman. Tobias saco de la bolsa un libro sin tapas que habia recogido en las escombreras. El save que a mi me gusta mucho leer, aunque cada dia menos. Mire el libro y le faltaba la primera hoja, entonces le explique a Tobias que aquel libro no servia, que podia tirarlo a la papelera, porque lo mas importante de los libros son las primeras palabras.
El no entendio lo que le decia, pero me dijo que era yo quien sabia de esas cosas, que el solo habia leido un libro en su vida aunque lo habia leido media docena de veces, uno que trataba de un presidiario que escapaba siempre del penal como si fuera una mariposa. Le dije que ese libro se llamaba Papillon y que en frances queria decir mariposa y que habian hecho una pelicula sobre ese libro en la que trabajaba de protagonista Steve McQueen.
Enronces Tobias me dijo que que bien pronunciaba yo los nombres extranjeros, que seguro que era porque habia estado en Paris. Me senti otra vez agradecida y le prometi que si algun dia reponian la pelicula Papillon iriamos a verla. El me apreto la mano y me pregunto que porque no viviamos juntos, que asi no tendriamos que estar todo el dia separandonos y encontrandonos. No dije nada y el se levanto y dejo aquel libro incompleto en la papelera.>>
Al dia siguiente del entierro me levante con el cuerpo blando, como si hubiera estado toda la noche metido en agua caliente. Me desperto el telefono. Era Laura. Llamaba para interesarse por mi. Me dijo que si queria podiamos vernos y hablar, porque hablar era el mejor remedio en aquellas circustancias, eso fue lo que me dijo, y le dije que si, que la llamaria, y cuando colgue el telefono senti necesidad de escribir algo sobre ella, asi que despues de desayunar le escribi un poema, un poema que estaba suguro que ella nunca leeria.
Laura trabajaba en la Biblioteca Municipal y era ocho años mayor que yo y catorce mas joven que don Justo. En el poema escribi que su cuerpo era como una selva abarrotada de pajaros imposibles, y tambien escribi, en aquel poema que nunca nadie habria de leer, que sus ojos eran como un enigma y su voz una interrogacion, y no se cuantas cosas mas escribi, porque el poema era muy largo y todo el estaba dedicado a Laura. Me senti bien mientras lo escribia. Siempre me sentia bien escribiendo.
Me agarraba a menudo a los signos escritos, a la palabra, al ritual estetico al simbolo con todo su valor de proteccion y de inclinacion a la buena suerte, tal como hacian los primitivos con sus pinturas rupestres. Escribir era para mi como recurrir a la magia, y entonces la literatura se hacia religion, pues por intentar destruir la ambigüedad entre lo real y lo imginario caia constantemente en ella, en la ambigüedad, como ocurria con todas las religiones, y por esto pensaba que no habia nada mas equivoco que las religiones ni nada mas religioso que el acto de escribir.
Despues de terminar aquel poema largo tome una hoja en blanco y escribi la palabre made y aquella representacion tuvo un poder invasor para mi, y despues tome otra hoja tambien en blanco y escribi la palabra Laura y percibi varios olores distintos, y entonces junte las dos hojas a la altura de las dos palabras y encontre una magica sincronia entre lo real de ellas y lo que de ellas habitaba en mi cerebro como imaginario, y pense que quiza Laura fuera la madre ausente y que quiza don Justo fuera la representacion simbolica del padre que debia destruir para conseguir a la madre, y el cuerpo se me estremecio de temor, porque imagine a don Justo preparando la venganza contra mi por aquel pensamiento que yo habia tenido, y temia la castracion de la imagen positiva que el tenia de mi. Decidi escribirle tambien un poema a don Justo, pero no me salio tan largo. Mirando luego los dos poemas pense que la poesia era como buscar a traves de la palabra ese lugar al que nunca llegamos.
La lluvuia estaba golpeando con fuerza en los cristales. Me levante y vi un paisaje sin luz, agonizando entre el barro, y me senti un ser tan borroso como aquel paisaje que veia desde mi cuarto.
A las cuatro y veinticinco de la tarde cogi el paraguas y el maletin para ir a pasar la consulta en el Ambulatorio. La calle Candil parecia un arroyo y segun caminaba notaba como el agua me iba calando los pies. Salude a los tenderos que intentaban con sus escbones evitar que la riada les entrara en los comercios y tambien salude a los empleados del Ayuntamiento que pretendian desatrancar los sumideros de las alcantarillas. El viento y la lluvia habian desbaratado los toldos y las latas de los geranios.
Si sigue asi acabaremos todos ahogandonos, me dijo el señor Simon, el de la zapateria, y le hice un gesto de asentimiento y le sonrei. Segui caminando y parecia que con la lluvia la calle se fuera estrechando. Toco la media el reloj del Ayuntamiento y acelere el paso y el agua me inundo definitivamente los pies. Fue don Jaime, el sastre, quien me hizo levantar la mirada del suelo encharcado, mal dia doctor, siento lo de su madre, me dijo, y vi su cara diminuta encerrada en la capucha de un impermeable amarillo, y le di las gracias. Don Jaime habia juntado sin darse cuenta las dos cosas, el dia y la muerte de mi madre, en el mismo naufragio.
En la sala de espera habia una docena de personas, pero antes de empezar la consulta me quite los zapatos y puse los calcetines a secar sobre el radiador y me calce unos zuecos que me consiguio Angela, la enfermera. Era una mujer mayor, proxima a la jubilacion, y que nunca comentaba nada sobre su vida privada, y se mantenia fria y distante, tanto que a mi me trataba de usted, a pesar de que yo le habia manisfestado que no lo hiciera porque me resultaba incomodo, pero ella lo preferia asi y termine habituandome. Estaba soltera y vivia con su madre, una anciana a la que yo habia visitado en varias ocasiones porque padecia una atrofia osea y una demencia tipo Alzheirme y tenia frecuentes problemas intestinales. Angela traia todas las tardes un termo de cafe. Me ofrecio una taza que acepte agradecido. Mientras yo bebia, ella me dijo que sentia lo de mi madre, que se habia emocionado mucho en el entierro y que debia haberme tomado unos dias de permiso.
La mire, pero no le dije nada. Salio a llamar al primer paciente. Gire la pluma con ambas manos y me pregunte que era lo que yo hacia alli, porque aquella era la pregunta que me hacia siempre antes de que entrara el primer paciente, que hacia alli si ni siquiera me gustaba aquel trabajo, quien me habia llamado, que otra cosa podria decirles a ellos que no fuera que yo tambien tenia necesidad de pisar un poco mas alla de la raya de todos los dias, de aguantar un poco mas de lo posible, de saltar por encima del dolor y la desesperanza, que podria hacer por ellos si sentia miedo, del miedo mio y del miedo de ellos, pero ellos entraban, venian a mi porque necesitaban mis diagnosticos y mis recetas, necesitaban escuchar de mi boca que lo suyo no seria nada, querian sentirse protegidos por el blanco de mi bata blanca.
Pero aquella angustia se esfumaba cuando tenia ante mi al primer paciente.
Se trataba de un hombre de mi edad, unos treinta años, aunque con el cabello prematuramente gris. Hacia cinco años que habia conseguido desengancharse de la heroina y despues se habia casado y habia tenido dos hijas y trabajaba en el ferrocarril. Le temblaba el brillo de los ojos, igual que a un animal capturado, y no dejaba de manosear los botones de la chaqueta, nervioso, tenso, porque el sabia que no se trataba de un simple tramite. Le habia pedido las pruebas atendiendo a sus temores.
Abri el sobre y lei el informe VIH positivo, serologia hepatitis B positiva, esto lei y luego alce la vista y lo vi parpadear, bañado en un sudor seguramente frio. Nos miramos y hubo un silencio espeso, hasta que Angela tosio y lo rompio. Le dije, a aquel primer paciente de aquella tarde borrosa, que tenia anticuerpos y que lo iba a enviar al Servicio de Infecciosos. El siguio inmovil y callado. Le entregue los volantes, los guardo y se dirigio a la puerta. Antes de salir se volvio para decirme algo, pero no pudo.
Le pedi a Angela que interrumpiera un momento la consulte, pues necesitaba estrujarme la cabeza, apretarme las sienes, restregarme con fuerza los ojos y fumarme un cigarrillo. Salio y regreso al instante con un frasco de coñac. Es de Belarmino, el conserge, tomese un trago, me dijo, y asi lo hice y recibi con alivio el resquemor en la garganta y me arrepenti de no haberme tomado unos dias de permiso.
El aguacero seguia golpeando los cristales. Pense que no habia nada mas eterno que el dolor y que el sufrimiento era quien mejor nos ayudaba a conocernos, pero ese conocimiento no servia porque siempre llegaba tarde. Ya estan secos los calcetines, me dijo Angela, y cuando me los estaba poniendo sono el telefono. Era Laura para invitarme a cenar a su casa. Justo a traido unas setas y las estoy preparando, me dijo, y no pude negarme.
Diagnostique varios procesos gripales, osculte y tome la presion sanguinea a dos hipertensos, examine a una niña con las anginas ardiendo y le cure a Sebastian, el acomodador del cine Novedades una herida en la rodilla que no terminaba de cicatrizarle. El me dio el pesame y me ofrecio dos entradas para la sesion de la noche. Reponen "Muerte en Venecia", y el luto no esta reñido con el cine, eso era antes, esto me dijo Sebastian, pero le dije que no, que gracias, que la habia visto demasiadas veces, y recorde que en aquella pelicula, como quizas en casi todas, la muerte era un horizonte infinito que agotaba cualquier respuesta y que plasmaba en imagenes la imposibilidad de ese algo mas que siempre nos acecha y que sin embargo sabiamos que nunca llegaria. Me estaba implicando con todo lo que me rozaba. Todas las cosas que me rodeaban me llevaban al mismo pensamiento. Recogi las entradas para no contrariar a Sebastian, y Angela mando pasar al ultimo paciente.
Entro Lucia, una mujer habitual en la consulta, a quien yo conocia desde que era niño. Las Navidades anteriores me habia regalado las obras completas de Hermann Hesse. Venia acompañada de una de sus hijas. Le habia hecho, unas semanas antes, un tacto rectal y al observar anomalias le habia mandado una rectoscopia, con resultados nada esperanzadores, pues podria tratarse de un tumor de colon.
Antes de que yo dijera nada, ella se acerco a mi, me apreto la mano con la que sostenia la pluma y me pregunto que cuanto tiempo le quedaba, que, dije yo, que cuanto tiempo me queda, insistio Lucia, y no me soltaba la mano, y respondi, aun sabiendo que no debia hacerlo, porque no era bueno responder a las preguntas equivocas o que surgian de una situacion de angustia, pero lo hice, y le dije que tendria todo el tiempo que necesitara, y sonrio y me solto la mano y me dijo, nadie tiene el tiempo que necesita.
La hija la tomo del brazo y con mucho amor le dijo, madre, seguro que no sera nada, y entonces la imagen de mi madre volvio a mi de nuevo, poderosa y electrica, como un relampago, y me pregunte si a ella, a mi madre, le habria faltado tiempo o si por el contrario el que habia tenido se le habria hecho demasiado largo, y senti deseos de correr hacia la ciudad donde habia muerto, de hablar con quienes la habian conocido, de sentarme a llorar en los bancos donde ella habia dormido.
Le dije a Lucia, es usted una mujer sana, no tiene porque preocuparse, y aquellas palabras se me estrecharon en la boca, y Lucia me advirtio que los medicos siempre teniamos conflictos con la verdad, y una vez mas pense que el dolor hacia a la gente distinta, y aquella gran mujer, que se llamaba Lucia y que tenia un tumor de colon, me dijo que me acompañaba en el sentimiento. Me explico que habia conocido a mi madre en las reuniones que convocaban los maestros, cuando su hijo Belarmo y yo ibamos juntos a la escuela, de eso ya ni se acuerda ested, me aseguro Lucia, y le dije que bueno que de algunas cosas que si y que de otras no. Continuo explicandome lo guapa que era mi madre y lo bien que vestia y lo agradable que era con toda la gente.
Comence a sentir de nuevo la lluvia golpeando los cristales, y el ruido del viento. Era como si la cabeza se me fuera llenando de aquella lluvia y de aquel viento segun iba escuchando las palabras que me decia Lucia y vi mi cara reflejada en el visor de las radigrafias y no me reconoci porque la cara que alli estaba reflejada no era la mia, era la de otra persona diferente, y me quede solo delante de aquella persona desconocida, y ya no escuche la lluvia ni el viento, y Lucia y su hija se habian ido, y movi los labios y saque la lengua para ver si aquel reflejo hacia lo mismo, pero no pude saberlo porque Angela entro y me dejo unas recetas sobre la mesa para que las firmara, y yo las firme y Angela dijo, pobre Lucia.
<<Yo creo que los recuerdos son como insectos diminutos que te van chupando el cerebro hasta dejartelo al aire. Nosotros, Tobias y yo, andamos en la tarea de enterrar los malos recuerdos y quedarnos unicamente con los recuerdos buenos, y eso lleva mucho tiempo, pero Tobias y yo tenemos todo el tiempo del mundo. No se si lo lograremos, pero seria una buena cosa para no andar todo el dia arrastrando la tristeza como si fuera un trapo viejo que llevaramos colgando. Tobias me dijo que las monjas celebraban una fiesta en el Hogar. Caminamos juntos. El sol no salia. Abroche el abrigo hasta el cuello y me cogi del brazo de Tobias. Los dos tenemos la vida mutilada y a veces nos duelen esas partes que nos faltan, pero los dos sabemos como pasar los dias tranquilos a pesar de las mutilaciones.
Tobias me dijo que un vecino suyo habia perdido un brazo en la guerra y que cuando cambiaba el tiempo le dolia ese brazo que no tenia. El dice que somos habitantes de un territorio que esta fuera del mundo, un lugar donde no existen referencias para saber en que consiste el dolor o la dicha. Bueno, en realidad no lo dice con estas palabras, porque Tobias habla de otra forma diferente a como lo hago yo, ni mejor ni peor, sencillamente el habla de otra forma distinta, porque fue conductor de autobuses, y los conductores de autobuses hablan de una manera mas directa y sin ningun ceremonial, pero eso fue lo que el, con otras palabras, me quiso decir.
Yo creo que Tobias a veces suelta las palabras por la boca sin pedirle astes permiso a la cabeza. El es bueno y sabe darme calor sin hacer preguntas y tiene una risa de cascabel que resulta muy placentera y muy contagiosa, y unos ojos tan grandes que cuando me miran me abarcan de una sola mirada de la cabeza a los pies. Hace mucho tiempo que no vienen dias demasiado buenos o demasiado malos, y por eso quizas le salio a el el pensamiento ese de las referencias. En el Hogar habia pollo asado y vino y bastante alegria. Tobias me presento a un hombre con las barbas largas hasta la cintura y los ojos muy azules que era belga y que habia sido cirujano, al parecer un buen cirujano en su pais, y que llevaba diez años en la calle
Yo le pregunte que le habia pasado para terminar asi y el solo levanto los hombros y puso cara de idiota. La tarde se nos paso como un suspiro. Hubo musica y Tobias y yo bailamos un vals, pero no seguimos bailando porque a Tobias le dolian algo las muelas y tuvimos que pedir a las monjas algo para el dolor. Nos sentamos juntos en un banco que hay en el patio del Hogar y a Tobias se le fue pasando el dolor de muelas mientras escuchabamos las canciones que sonoban en el tacadiscos, hasta que empezo a caer una suave llovizna y tuvimos que entrar.
Uno de los invitados empezo a gritar como un loco, como si un demonio le hubiera entrado de pronto en el cuerpo, y babeaba y movia los brazos y decia que habia mounstruos en el cielo raso, cuando lo unico que habia eran manchas de humedad, entonces otros hombres lo redujeron y las monjas apagaron la musica y la fiesta se termino. Hubo un gran silencio, como si una peste de triteza hubiera entrado de pronto por las ventanas de aquel salon. Solo se oia el murmullo de la llovizna y las monjas dejaron que Tobias y yo nos quedaramos a dormir en el Hogar.>>
El invierno se habia enfurecido. Quienes recorrian las calles llevaban guantes, paraguas y abrigos. Algunos esperaban el autobus o el tren soplando sobre las manos y dando pequeños saltos. En las cantinas, cafeterias o bares se hablaba del tiempo y se tomaba cafe. Crecia el musgo de los tejados, las piedras de las fachadas se oscurecian y las hierbas se asomaban por las rendijas de las cunetas. Asi habia sido siempre.
Me abrigue y sali a la calle. Llovia sobre la ropa blanca y azul olvidada en los tendales, sobre los contenedores de la basura excesiva, sobre el estanque de agua sucia y sin patos, sobre el olor a calamares y a chorizo frito que salia de los mesones del barrio de la estacion, sobre las estatuas de "Teodoro Cuueta", de "Luis Adaro", de "Palacio Valdes" y de Vital Aza", "sobre los monumentos a los mineros vivos y a los mineros muertos y a las madres de todos los mineros", (el entrecomillado no es de Gencio, es mio, J. M. Z. L., los que vivis por ahi sabreis porque lo pongo), sobre los perros famelicos y los gatos vagabundos, sobre los niños que se apedreaban junto al Liceo esperando el comienzo de las clases, sobre las tumbas del cementerio, y llovia tambien sobre el mendigo de las mejillas hundidas a quien le temblabam las manos y el alma al ver que los cartones que conformaban todo su capital se ablandaban y se desvanecian como galletas mojadas en el cafe. Llevaba años vagando por aquellas calles y nadie sabia de donde venia ni cual era su historia, quiza nunca a nadie le habia interesado. Le di una moneda y me lo agradecio.
El cielo era una espesa cortina de agua. El rio estaba creciendo. Volvi a casa. Mi abuela llenaba con la paleta el caldero de carbon. Me comento que de seguir asi el tiempo, mi padre y don Justo no podrian acercarse a la Peña el Viento, en el concejo de Caso, como tenian previsto. Don Justo estaba empeñado en que mi padre se distrajera y continuamente le programaba excursiones y actos diversos. Aquella misma tarde asistirian a una conferencia em el Casino sobre el serbal y el acebo como fuentes de alimentacion del urogallo. Pero mi padre seguia a don Justo como un sonambulo. Apenas dormia, se pasaba las noches enterrado en su sofa contemplando la oscuridad, quizas interrogandose sobre muchas cosas, o tal vez suspendido y agarrado al punto de la unica interrogacion, y la casa entera olia a nauftagio porque no habia esperanza para nadie, porque ninguno podiamos escapar de aquello que habia ocurrido.
Mi abuela atizaba la cocina una y otra vez y tosia y hacia ruido con las chapas y nos llamaba y hablaba consigo misma en voz alta, y yo sabia que todo lo hacia para llenar aquel vacio que habia en la casa, para romper el silencio que nos acechaba como una enfermedad, porque la muerte de mi madre nos habia traido silencio, culpa y silencio, pero un silencio abarrotado de preguntas. Se estan desbordando los arroyos, dijo mi abuela, y mi padre desde la sala, contesto, estara a punto de inundarse el cementerio, y pense en aquellas flores que habian quedado sobre la tumba, pense que estarian destrozadas por la lluvia.
Entre en mi cuarto y encendi la lampara, pero enseguida la apague porque me molestaba aquel chorro de luz insolente y me tumbe sobre la cama y pense en todos los objetos que mi madre llevaba encima el dia de su nuerte y que habian servido para su identificacion, sobre todo en aquel pequeño envoltorio de gomas y plastico en el que guardaba los recortes de los periodicos con la noticia del premio de novela que me habian concedido hacia unos años.
Busque la novela, "Los vagones del destiempo", y comence a leerla. Me parecio ingenua, rigida y llena de contradiciones, y no me reconoci en ella. Lei parrafos salteados de las ciento setenta paginas intentando ponerme en el lugar de la madre lectora y mi angustia fue creciendo al comprobar que apenas habia nada que pudiera haberme servido de comunicacion con ella. Me senti desilusionado al terminar la lectura y me alegre de no haber vuelto a escribir mas novelas.
El tiempo iba dando vueltas y yo estaba en el centro, agarrado a la cama para no caerme, y pense que podria intentar realizar sobre el papel una hemolisis de mi propia sangre, dejar que todo cuando me circundaba y afectaba se convirtiera en una hemorragia literaria, hacer de cada poema una radioscopia, permitirle a mi conciencia la conversion de cada historia que me tocaba en una propicia quimioterapia. Recorde lo que me habia ocurrido el verano anterior en una playa portuguesa, cuando asisti a la muerte de una niña de doce años. Los socorristas, despues de intentar inutilmente su reanimacion, la dejaron sobre la arena. Intervine diciendo que era medico, aparte a la gente y tome su brazo delgado y comprobe que la sangre de su arteria ya no palpitaba, entonces su madre me grito al oido como un ser endemoniado, "salve-a, salve-a, o senhor e medico, ten que sava-la", y vi al padre llorando con la cabeza hundida en la arena. Volvi al hotel experimentando una de las sensaciones mas lastimosas de mi vida. Aquella noche escribi un largo poema que hablaba de hacer nudos con las alas de la vida y de no se cuantas mortajas mas, expresiones afectadas, pero necias, que yo creia que me iban a redimir de algun dolor.
Tumbado sobre la cama de mi cuarto, aquella tarde de las inundaciones y los naufragios, pense que la poesia era como un reniego, una disculpa, al menos lo habia sido para mi, pues intentaba ponerle adjetivos al dolor para disimular impotencias frente a los absurdos de la vida, y al desarrollar este pensamiento adverti que tambien estaba utilizando un lenguaje poetico, y era ya una deformacion lo que me ocurria a mi con el lenguaje, y entonces quise pensar aquello de otra forma, pensar si construir un poema, y fuy retrocediendo dentro de mi, hacia el fondo, y me encontre con el dolor, y me dije, duele mucho, y no vi a nadie cerca, al menos tan cerca que me pudiera aliviar aquel dolor, y eche de menos a mi hermana Tamar, muerta hacia veinticinco años,
Me mire en el espejo. Me dio vertigo comprobar la falta de expresion en mis gestos. No tenian sentido. Mis ojos tampoco decian nada. Yo no podia ser unicamente aquel reflejo. Me pregunte donde estarian las imagenes que el espejo habia ido reflejando de mi y de los mios a lo largo de mi existencia. Todos teniamos un espejo que nos distorsionaba las imagenes y no nos dejaba saber lo que eramos. Senti deseos de roper aquel espejo, pero busque en la memoria un momento de felicidad, y me acorde de cuando me encaramaba en la roca que habia detras de la casa del pueblo para sentir el viento azotandome el cuerpo y de como lo sentia penetrar por debajo de la ropa, zarandeandome, empujandome, tirandome de los brazos, como si quisiera arrancarmelos.
Aquel baño de viento me dejaba limpio. La abuela Leticia un dia me pregunto, que ves alla arriba, y yo le respondi que nada, y ella me advirtio, pues, bajate de ahi que el viento te va a tirar, y me baje, pero ya me sentia mejor. Y busque otros momentos buenos, como cuando me habia acercado a la plaza de la morera a ver a los titiriteros, llevando a mi hermana Tamar de la mano. Vimos un hombre nuy alto sosteniendo sobre la barbilla un arado y despues un escaño y mas tarde un poste de la luz y tambien vimos aque dia mi hermana y yo a una mujer barbuda arrancando clavos con los dientes y a un indio con perilla echando fuego por la boca y pasando descalzo sobre los cristales partidos de un monton de botellas, y yo creia entonces que el Mas Alla del que oia a veces hablar a mi padre y a don Justo y al cura Leon en la catequesis, era el pais de donde venian el indio, la mujer barbuda y el hombre que se parecia a una foca, y era como si los tres acabaran de salir de un cuento.
No era necesario moverse para ser feliz, pero tampoco para no serlo.