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TURON: Este párrafo me recuerda cuando yo jugaba a la rayuela...

El mismo la habia enseñado a conducir y le habia comprado el coche, y a los pocos meses... Tuvieron que sacarla los bomberos de debajo de un camion, a ella y al maldito coche. Yo le hablo de mis peliculas y de mis hijos. Le cuento como murio la pequeña Tamar, quemada por el aceite, y tambien le enseño los recortes del periodico donde viene lo del premio literario que le dieron a mi hijo. Le explico que mi marido era profesor. Tobias se pone romantico y me dice que como un marido tan sabio dejo escapar a una mujer como yo. A mi me entran respigos por todo el cuerpo y siento un gran agradecimiento hacia Tobias cuando me dice cosas tierns

Entomces nos cogemos de la mano y movenos algo los pies para que no se nos duerman. Tobias saco de la bolsa un libro sin tapas que habia recogido en las escombreras. El save que a mi me gusta mucho leer, aunque cada dia menos. Mire el libro y le faltaba la primera hoja, entonces le explique a Tobias que aquel libro no servia, que podia tirarlo a la papelera, porque lo mas importante de los libros son las primeras palabras.

El no entendio lo que le decia, pero me dijo que era yo quien sabia de esas cosas, que el solo habia leido un libro en su vida aunque lo habia leido media docena de veces, uno que trataba de un presidiario que escapaba siempre del penal como si fuera una mariposa. Le dije que ese libro se llamaba Papillon y que en frances queria decir mariposa y que habian hecho una pelicula sobre ese libro en la que trabajaba de protagonista Steve McQueen.

Enronces Tobias me dijo que que bien pronunciaba yo los nombres extranjeros, que seguro que era porque habia estado en Paris. Me senti otra vez agradecida y le prometi que si algun dia reponian la pelicula Papillon iriamos a verla. El me apreto la mano y me pregunto que porque no viviamos juntos, que asi no tendriamos que estar todo el dia separandonos y encontrandonos. No dije nada y el se levanto y dejo aquel libro incompleto en la papelera.>>

Al dia siguiente del entierro me levante con el cuerpo blando, como si hubiera estado toda la noche metido en agua caliente. Me desperto el telefono. Era Laura. Llamaba para interesarse por mi. Me dijo que si queria podiamos vernos y hablar, porque hablar era el mejor remedio en aquellas circustancias, eso fue lo que me dijo, y le dije que si, que la llamaria, y cuando colgue el telefono senti necesidad de escribir algo sobre ella, asi que despues de desayunar le escribi un poema, un poema que estaba suguro que ella nunca leeria.

Laura trabajaba en la Biblioteca Municipal y era ocho años mayor que yo y catorce mas joven que don Justo. En el poema escribi que su cuerpo era como una selva abarrotada de pajaros imposibles, y tambien escribi, en aquel poema que nunca nadie habria de leer, que sus ojos eran como un enigma y su voz una interrogacion, y no se cuantas cosas mas escribi, porque el poema era muy largo y todo el estaba dedicado a Laura. Me senti bien mientras lo escribia. Siempre me sentia bien escribiendo.

Me agarraba a menudo a los signos escritos, a la palabra, al ritual estetico al simbolo con todo su valor de proteccion y de inclinacion a la buena suerte, tal como hacian los primitivos con sus pinturas rupestres. Escribir era para mi como recurrir a la magia, y entonces la literatura se hacia religion, pues por intentar destruir la ambigüedad entre lo real y lo imginario caia constantemente en ella, en la ambigüedad, como ocurria con todas las religiones, y por esto pensaba que no habia nada mas equivoco que las religiones ni nada mas religioso que el acto de escribir.

Despues de terminar aquel poema largo tome una hoja en blanco y escribi la palabre made y aquella representacion tuvo un poder invasor para mi, y despues tome otra hoja tambien en blanco y escribi la palabra Laura y percibi varios olores distintos, y entonces junte las dos hojas a la altura de las dos palabras y encontre una magica sincronia entre lo real de ellas y lo que de ellas habitaba en mi cerebro como imaginario, y pense que quiza Laura fuera la madre ausente y que quiza don Justo fuera la representacion simbolica del padre que debia destruir para conseguir a la madre, y el cuerpo se me estremecio de temor, porque imagine a don Justo preparando la venganza contra mi por aquel pensamiento que yo habia tenido, y temia la castracion de la imagen positiva que el tenia de mi. Decidi escribirle tambien un poema a don Justo, pero no me salio tan largo. Mirando luego los dos poemas pense que la poesia era como buscar a traves de la palabra ese lugar al que nunca llegamos.

La lluvuia estaba golpeando con fuerza en los cristales. Me levante y vi un paisaje sin luz, agonizando entre el barro, y me senti un ser tan borroso como aquel paisaje que veia desde mi cuarto.

A las cuatro y veinticinco de la tarde cogi el paraguas y el maletin para ir a pasar la consulta en el Ambulatorio. La calle Candil parecia un arroyo y segun caminaba notaba como el agua me iba calando los pies. Salude a los tenderos que intentaban con sus escbones evitar que la riada les entrara en los comercios y tambien salude a los empleados del Ayuntamiento que pretendian desatrancar los sumideros de las alcantarillas. El viento y la lluvia habian desbaratado los toldos y las latas de los geranios.

Si sigue asi acabaremos todos ahogandonos, me dijo el señor Simon, el de la zapateria, y le hice un gesto de asentimiento y le sonrei. Segui caminando y parecia que con la lluvia la calle se fuera estrechando. Toco la media el reloj del Ayuntamiento y acelere el paso y el agua me inundo definitivamente los pies. Fue don Jaime, el sastre, quien me hizo levantar la mirada del suelo encharcado, mal dia doctor, siento lo de su madre, me dijo, y vi su cara diminuta encerrada en la capucha de un impermeable amarillo, y le di las gracias. Don Jaime habia juntado sin darse cuenta las dos cosas, el dia y la muerte de mi madre, en el mismo naufragio.

En la sala de espera habia una docena de personas, pero antes de empezar la consulta me quite los zapatos y puse los calcetines a secar sobre el radiador y me calce unos zuecos que me consiguio Angela, la enfermera. Era una mujer mayor, proxima a la jubilacion, y que nunca comentaba nada sobre su vida privada, y se mantenia fria y distante, tanto que a mi me trataba de usted, a pesar de que yo le habia manisfestado que no lo hiciera porque me resultaba incomodo, pero ella lo preferia asi y termine habituandome. Estaba soltera y vivia con su madre, una anciana a la que yo habia visitado en varias ocasiones porque padecia una atrofia osea y una demencia tipo Alzheirme y tenia frecuentes problemas intestinales. Angela traia todas las tardes un termo de cafe. Me ofrecio una taza que acepte agradecido. Mientras yo bebia, ella me dijo que sentia lo de mi madre, que se habia emocionado mucho en el entierro y que debia haberme tomado unos dias de permiso.

La mire, pero no le dije nada. Salio a llamar al primer paciente. Gire la pluma con ambas manos y me pregunte que era lo que yo hacia alli, porque aquella era la pregunta que me hacia siempre antes de que entrara el primer paciente, que hacia alli si ni siquiera me gustaba aquel trabajo, quien me habia llamado, que otra cosa podria decirles a ellos que no fuera que yo tambien tenia necesidad de pisar un poco mas alla de la raya de todos los dias, de aguantar un poco mas de lo posible, de saltar por encima del dolor y la desesperanza, que podria hacer por ellos si sentia miedo, del miedo mio y del miedo de ellos, pero ellos entraban, venian a mi porque necesitaban mis diagnosticos y mis recetas, necesitaban escuchar de mi boca que lo suyo no seria nada, querian sentirse protegidos por el blanco de mi bata blanca.

Pero aquella angustia se esfumaba cuando tenia ante mi al primer paciente.

Se trataba de un hombre de mi edad, unos treinta años, aunque con el cabello prematuramente gris. Hacia cinco años que habia conseguido desengancharse de la heroina y despues se habia casado y habia tenido dos hijas y trabajaba en el ferrocarril. Le temblaba el brillo de los ojos, igual que a un animal capturado, y no dejaba de manosear los botones de la chaqueta, nervioso, tenso, porque el sabia que no se trataba de un simple tramite. Le habia pedido las pruebas atendiendo a sus temores.

Abri el sobre y lei el informe VIH positivo, serologia hepatitis B positiva, esto lei y luego alce la vista y lo vi parpadear, bañado en un sudor seguramente frio. Nos miramos y hubo un silencio espeso, hasta que Angela tosio y lo rompio. Le dije, a aquel primer paciente de aquella tarde borrosa, que tenia anticuerpos y que lo iba a enviar al Servicio de Infecciosos. El siguio inmovil y callado. Le entregue los volantes, los guardo y se dirigio a la puerta. Antes de salir se volvio para decirme algo, pero no pudo.

Le pedi a Angela que interrumpiera un momento la consulte, pues necesitaba estrujarme la cabeza, apretarme las sienes, restregarme con fuerza los ojos y fumarme un cigarrillo. Salio y regreso al instante con un frasco de coñac. Es de Belarmino, el conserge, tomese un trago, me dijo, y asi lo hice y recibi con alivio el resquemor en la garganta y me arrepenti de no haberme tomado unos dias de permiso.

El aguacero seguia golpeando los cristales. Pense que no habia nada mas eterno que el dolor y que el sufrimiento era quien mejor nos ayudaba a conocernos, pero ese conocimiento no servia porque siempre llegaba tarde. Ya estan secos los calcetines, me dijo Angela, y cuando me los estaba poniendo sono el telefono. Era Laura para invitarme a cenar a su casa. Justo a traido unas setas y las estoy preparando, me dijo, y no pude negarme.

Diagnostique varios procesos gripales, osculte y tome la presion sanguinea a dos hipertensos, examine a una niña con las anginas ardiendo y le cure a Sebastian, el acomodador del cine Novedades una herida en la rodilla que no terminaba de cicatrizarle. El me dio el pesame y me ofrecio dos entradas para la sesion de la noche. Reponen "Muerte en Venecia", y el luto no esta reñido con el cine, eso era antes, esto me dijo Sebastian, pero le dije que no, que gracias, que la habia visto demasiadas veces, y recorde que en aquella pelicula, como quizas en casi todas, la muerte era un horizonte infinito que agotaba cualquier respuesta y que plasmaba en imagenes la imposibilidad de ese algo mas que siempre nos acecha y que sin embargo sabiamos que nunca llegaria. Me estaba implicando con todo lo que me rozaba. Todas las cosas que me rodeaban me llevaban al mismo pensamiento. Recogi las entradas para no contrariar a Sebastian, y Angela mando pasar al ultimo paciente.

Entro Lucia, una mujer habitual en la consulta, a quien yo conocia desde que era niño. Las Navidades anteriores me habia regalado las obras completas de Hermann Hesse. Venia acompañada de una de sus hijas. Le habia hecho, unas semanas antes, un tacto rectal y al observar anomalias le habia mandado una rectoscopia, con resultados nada esperanzadores, pues podria tratarse de un tumor de colon.

Antes de que yo dijera nada, ella se acerco a mi, me apreto la mano con la que sostenia la pluma y me pregunto que cuanto tiempo le quedaba, que, dije yo, que cuanto tiempo me queda, insistio Lucia, y no me soltaba la mano, y respondi, aun sabiendo que no debia hacerlo, porque no era bueno responder a las preguntas equivocas o que surgian de una situacion de angustia, pero lo hice, y le dije que tendria todo el tiempo que necesitara, y sonrio y me solto la mano y me dijo, nadie tiene el tiempo que necesita.

La hija la tomo del brazo y con mucho amor le dijo, madre, seguro que no sera nada, y entonces la imagen de mi madre volvio a mi de nuevo, poderosa y electrica, como un relampago, y me pregunte si a ella, a mi madre, le habria faltado tiempo o si por el contrario el que habia tenido se le habria hecho demasiado largo, y senti deseos de correr hacia la ciudad donde habia muerto, de hablar con quienes la habian conocido, de sentarme a llorar en los bancos donde ella habia dormido.

Le dije a Lucia, es usted una mujer sana, no tiene porque preocuparse, y aquellas palabras se me estrecharon en la boca, y Lucia me advirtio que los medicos siempre teniamos conflictos con la verdad, y una vez mas pense que el dolor hacia a la gente distinta, y aquella gran mujer, que se llamaba Lucia y que tenia un tumor de colon, me dijo que me acompañaba en el sentimiento. Me explico que habia conocido a mi madre en las reuniones que convocaban los maestros, cuando su hijo Belarmo y yo ibamos juntos a la escuela, de eso ya ni se acuerda ested, me aseguro Lucia, y le dije que bueno que de algunas cosas que si y que de otras no. Continuo explicandome lo guapa que era mi madre y lo bien que vestia y lo agradable que era con toda la gente.

Comence a sentir de nuevo la lluvia golpeando los cristales, y el ruido del viento. Era como si la cabeza se me fuera llenando de aquella lluvia y de aquel viento segun iba escuchando las palabras que me decia Lucia y vi mi cara reflejada en el visor de las radigrafias y no me reconoci porque la cara que alli estaba reflejada no era la mia, era la de otra persona diferente, y me quede solo delante de aquella persona desconocida, y ya no escuche la lluvia ni el viento, y Lucia y su hija se habian ido, y movi los labios y saque la lengua para ver si aquel reflejo hacia lo mismo, pero no pude saberlo porque Angela entro y me dejo unas recetas sobre la mesa para que las firmara, y yo las firme y Angela dijo, pobre Lucia.

<<Yo creo que los recuerdos son como insectos diminutos que te van chupando el cerebro hasta dejartelo al aire. Nosotros, Tobias y yo, andamos en la tarea de enterrar los malos recuerdos y quedarnos unicamente con los recuerdos buenos, y eso lleva mucho tiempo, pero Tobias y yo tenemos todo el tiempo del mundo. No se si lo lograremos, pero seria una buena cosa para no andar todo el dia arrastrando la tristeza como si fuera un trapo viejo que llevaramos colgando. Tobias me dijo que las monjas celebraban una fiesta en el Hogar. Caminamos juntos. El sol no salia. Abroche el abrigo hasta el cuello y me cogi del brazo de Tobias. Los dos tenemos la vida mutilada y a veces nos duelen esas partes que nos faltan, pero los dos sabemos como pasar los dias tranquilos a pesar de las mutilaciones.

Tobias me dijo que un vecino suyo habia perdido un brazo en la guerra y que cuando cambiaba el tiempo le dolia ese brazo que no tenia. El dice que somos habitantes de un territorio que esta fuera del mundo, un lugar donde no existen referencias para saber en que consiste el dolor o la dicha. Bueno, en realidad no lo dice con estas palabras, porque Tobias habla de otra forma diferente a como lo hago yo, ni mejor ni peor, sencillamente el habla de otra forma distinta, porque fue conductor de autobuses, y los conductores de autobuses hablan de una manera mas directa y sin ningun ceremonial, pero eso fue lo que el, con otras palabras, me quiso decir.

Yo creo que Tobias a veces suelta las palabras por la boca sin pedirle astes permiso a la cabeza. El es bueno y sabe darme calor sin hacer preguntas y tiene una risa de cascabel que resulta muy placentera y muy contagiosa, y unos ojos tan grandes que cuando me miran me abarcan de una sola mirada de la cabeza a los pies. Hace mucho tiempo que no vienen dias demasiado buenos o demasiado malos, y por eso quizas le salio a el el pensamiento ese de las referencias. En el Hogar habia pollo asado y vino y bastante alegria. Tobias me presento a un hombre con las barbas largas hasta la cintura y los ojos muy azules que era belga y que habia sido cirujano, al parecer un buen cirujano en su pais, y que llevaba diez años en la calle

Yo le pregunte que le habia pasado para terminar asi y el solo levanto los hombros y puso cara de idiota. La tarde se nos paso como un suspiro. Hubo musica y Tobias y yo bailamos un vals, pero no seguimos bailando porque a Tobias le dolian algo las muelas y tuvimos que pedir a las monjas algo para el dolor. Nos sentamos juntos en un banco que hay en el patio del Hogar y a Tobias se le fue pasando el dolor de muelas mientras escuchabamos las canciones que sonoban en el tacadiscos, hasta que empezo a caer una suave llovizna y tuvimos que entrar.

Uno de los invitados empezo a gritar como un loco, como si un demonio le hubiera entrado de pronto en el cuerpo, y babeaba y movia los brazos y decia que habia mounstruos en el cielo raso, cuando lo unico que habia eran manchas de humedad, entonces otros hombres lo redujeron y las monjas apagaron la musica y la fiesta se termino. Hubo un gran silencio, como si una peste de triteza hubiera entrado de pronto por las ventanas de aquel salon. Solo se oia el murmullo de la llovizna y las monjas dejaron que Tobias y yo nos quedaramos a dormir en el Hogar.>>

El invierno se habia enfurecido. Quienes recorrian las calles llevaban guantes, paraguas y abrigos. Algunos esperaban el autobus o el tren soplando sobre las manos y dando pequeños saltos. En las cantinas, cafeterias o bares se hablaba del tiempo y se tomaba cafe. Crecia el musgo de los tejados, las piedras de las fachadas se oscurecian y las hierbas se asomaban por las rendijas de las cunetas. Asi habia sido siempre.

Me abrigue y sali a la calle. Llovia sobre la ropa blanca y azul olvidada en los tendales, sobre los contenedores de la basura excesiva, sobre el estanque de agua sucia y sin patos, sobre el olor a calamares y a chorizo frito que salia de los mesones del barrio de la estacion, sobre las estatuas de "Teodoro Cuueta", de "Luis Adaro", de "Palacio Valdes" y de Vital Aza", "sobre los monumentos a los mineros vivos y a los mineros muertos y a las madres de todos los mineros", (el entrecomillado no es de Gencio, es mio, J. M. Z. L., los que vivis por ahi sabreis porque lo pongo), sobre los perros famelicos y los gatos vagabundos, sobre los niños que se apedreaban junto al Liceo esperando el comienzo de las clases, sobre las tumbas del cementerio, y llovia tambien sobre el mendigo de las mejillas hundidas a quien le temblabam las manos y el alma al ver que los cartones que conformaban todo su capital se ablandaban y se desvanecian como galletas mojadas en el cafe. Llevaba años vagando por aquellas calles y nadie sabia de donde venia ni cual era su historia, quiza nunca a nadie le habia interesado. Le di una moneda y me lo agradecio.

El cielo era una espesa cortina de agua. El rio estaba creciendo. Volvi a casa. Mi abuela llenaba con la paleta el caldero de carbon. Me comento que de seguir asi el tiempo, mi padre y don Justo no podrian acercarse a la Peña el Viento, en el concejo de Caso, como tenian previsto. Don Justo estaba empeñado en que mi padre se distrajera y continuamente le programaba excursiones y actos diversos. Aquella misma tarde asistirian a una conferencia em el Casino sobre el serbal y el acebo como fuentes de alimentacion del urogallo. Pero mi padre seguia a don Justo como un sonambulo. Apenas dormia, se pasaba las noches enterrado en su sofa contemplando la oscuridad, quizas interrogandose sobre muchas cosas, o tal vez suspendido y agarrado al punto de la unica interrogacion, y la casa entera olia a nauftagio porque no habia esperanza para nadie, porque ninguno podiamos escapar de aquello que habia ocurrido.

Mi abuela atizaba la cocina una y otra vez y tosia y hacia ruido con las chapas y nos llamaba y hablaba consigo misma en voz alta, y yo sabia que todo lo hacia para llenar aquel vacio que habia en la casa, para romper el silencio que nos acechaba como una enfermedad, porque la muerte de mi madre nos habia traido silencio, culpa y silencio, pero un silencio abarrotado de preguntas. Se estan desbordando los arroyos, dijo mi abuela, y mi padre desde la sala, contesto, estara a punto de inundarse el cementerio, y pense en aquellas flores que habian quedado sobre la tumba, pense que estarian destrozadas por la lluvia.

Entre en mi cuarto y encendi la lampara, pero enseguida la apague porque me molestaba aquel chorro de luz insolente y me tumbe sobre la cama y pense en todos los objetos que mi madre llevaba encima el dia de su nuerte y que habian servido para su identificacion, sobre todo en aquel pequeño envoltorio de gomas y plastico en el que guardaba los recortes de los periodicos con la noticia del premio de novela que me habian concedido hacia unos años.

Busque la novela, "Los vagones del destiempo", y comence a leerla. Me parecio ingenua, rigida y llena de contradiciones, y no me reconoci en ella. Lei parrafos salteados de las ciento setenta paginas intentando ponerme en el lugar de la madre lectora y mi angustia fue creciendo al comprobar que apenas habia nada que pudiera haberme servido de comunicacion con ella. Me senti desilusionado al terminar la lectura y me alegre de no haber vuelto a escribir mas novelas.

El tiempo iba dando vueltas y yo estaba en el centro, agarrado a la cama para no caerme, y pense que podria intentar realizar sobre el papel una hemolisis de mi propia sangre, dejar que todo cuando me circundaba y afectaba se convirtiera en una hemorragia literaria, hacer de cada poema una radioscopia, permitirle a mi conciencia la conversion de cada historia que me tocaba en una propicia quimioterapia. Recorde lo que me habia ocurrido el verano anterior en una playa portuguesa, cuando asisti a la muerte de una niña de doce años. Los socorristas, despues de intentar inutilmente su reanimacion, la dejaron sobre la arena. Intervine diciendo que era medico, aparte a la gente y tome su brazo delgado y comprobe que la sangre de su arteria ya no palpitaba, entonces su madre me grito al oido como un ser endemoniado, "salve-a, salve-a, o senhor e medico, ten que sava-la", y vi al padre llorando con la cabeza hundida en la arena. Volvi al hotel experimentando una de las sensaciones mas lastimosas de mi vida. Aquella noche escribi un largo poema que hablaba de hacer nudos con las alas de la vida y de no se cuantas mortajas mas, expresiones afectadas, pero necias, que yo creia que me iban a redimir de algun dolor.

Tumbado sobre la cama de mi cuarto, aquella tarde de las inundaciones y los naufragios, pense que la poesia era como un reniego, una disculpa, al menos lo habia sido para mi, pues intentaba ponerle adjetivos al dolor para disimular impotencias frente a los absurdos de la vida, y al desarrollar este pensamiento adverti que tambien estaba utilizando un lenguaje poetico, y era ya una deformacion lo que me ocurria a mi con el lenguaje, y entonces quise pensar aquello de otra forma, pensar si construir un poema, y fuy retrocediendo dentro de mi, hacia el fondo, y me encontre con el dolor, y me dije, duele mucho, y no vi a nadie cerca, al menos tan cerca que me pudiera aliviar aquel dolor, y eche de menos a mi hermana Tamar, muerta hacia veinticinco años,

Me mire en el espejo. Me dio vertigo comprobar la falta de expresion en mis gestos. No tenian sentido. Mis ojos tampoco decian nada. Yo no podia ser unicamente aquel reflejo. Me pregunte donde estarian las imagenes que el espejo habia ido reflejando de mi y de los mios a lo largo de mi existencia. Todos teniamos un espejo que nos distorsionaba las imagenes y no nos dejaba saber lo que eramos. Senti deseos de roper aquel espejo, pero busque en la memoria un momento de felicidad, y me acorde de cuando me encaramaba en la roca que habia detras de la casa del pueblo para sentir el viento azotandome el cuerpo y de como lo sentia penetrar por debajo de la ropa, zarandeandome, empujandome, tirandome de los brazos, como si quisiera arrancarmelos.

Aquel baño de viento me dejaba limpio. La abuela Leticia un dia me pregunto, que ves alla arriba, y yo le respondi que nada, y ella me advirtio, pues, bajate de ahi que el viento te va a tirar, y me baje, pero ya me sentia mejor. Y busque otros momentos buenos, como cuando me habia acercado a la plaza de la morera a ver a los titiriteros, llevando a mi hermana Tamar de la mano. Vimos un hombre nuy alto sosteniendo sobre la barbilla un arado y despues un escaño y mas tarde un poste de la luz y tambien vimos aque dia mi hermana y yo a una mujer barbuda arrancando clavos con los dientes y a un indio con perilla echando fuego por la boca y pasando descalzo sobre los cristales partidos de un monton de botellas, y yo creia entonces que el Mas Alla del que oia a veces hablar a mi padre y a don Justo y al cura Leon en la catequesis, era el pais de donde venian el indio, la mujer barbuda y el hombre que se parecia a una foca, y era como si los tres acabaran de salir de un cuento.

No era necesario moverse para ser feliz, pero tampoco para no serlo.

La lluvia seguia cayendo, ya mucho mas reposada, pero implacable, y el cielo parecia que estaba rozando los tejados. No me apetecia acudir a la consulta, pero cogi el maletin y el paraguas y me puse la gabardina.

El dia que se habia ido mi madre tambien llovia. Llegue de la escuela y corri a besarla y a pedirle la merienda, igual que todas las tardes, al cuarto donde ella leia o repasaba los albunes de fotos, pero aquella tarde no estaba, y sobre la mesa habia un libro abierto y tambien habia pequeños fragmentos de fotos que habian sido destrozadas, y mi padre ojeroso, y sin afeitar, estaba apoyado conta el aparador del pasillo, ella no esta, tuvo que irse a visitar a un familiar enfermo, y me dio unos duros para que fuera a comprarme un bizcocho de chocolate al comercio.

Con este recuerdo llegue al Ambulatorio, donde todo el mundo hablaba de los destrozos que estaba causando la lluvia. Al primero que vi fua a Jacinro, un minero jubilado que padecia una silicosis de tercer grado. Me dijo que lo suyo habia sido picar carbon toda su vida, y que lo mio ahora era hacer que los pulmones le aguantaran unos años mas sin darle muchas molestias. Me angustiaron aquellas palabras de Jacinto. Su vida pendia de un hilo y ese hilo me lo estaba entregando a mi. Asi hacian todos. Una vez mas me pregunte que era lo que yo estaba haciendo en aquel cuarto de muebles blancos. Angela me miro y me dijo que debia cuidarme, que me estaban saliendo unas ojeras horribles. No le dije nada, ni siquiera hice un gesto de respuesta a sus palabras, y le pedi que mandara pasar al siguiente.

Entro Aurelia. Era una mujer sola, que siempre habia vendido golosinas y tabaco los domingos junto al campo de futbol, en el parque por las tardes, frente al Liceo a la salida de las cleses, en la Estacion cuando llegaba el Talgo de Madrid o a la puerta del cine Novedades. Habia sido una mujer callada, que habia vivido siempre pegada a su carrito. Ahora seguia callada, pero ya no vendia nada. El carro se lo habia regalado a Tomasin, quien lo utilizaba para llevar los periodicos cada mañana por las naves de la zona industrial o para repartir propaganda por los buzones.

Aurelia sobrevivia en una buhardilla de la calle Leopoldo Alas con una minima pension de beneficiencia. Habia tenido un herpes muy doloroso en la espalda, un zoster al que ella llamaba culebrilla. Ya estaba curado, pero aquella tarde fue a la consulta a llevarme una docena de huevos, eran de casa, me dijo, y juro con un beso sonoro sobre los dedos cruzados, y me explico que iria a llevarles unas flores a lo Martires Cosme y Damian. No pude saber cual habia sido el sentimiento de Aurelia con respecto a su curacion, que lugar ocupaba yo y cual ocupaban los santos martires, porque ella nada decia, quizas porque no le hacian falta argumentos para explicarse la vida. A mi no me habia traido flores, sino huevos caseros, porque sin duda me veia como un ser mas concreto, como el soporte material de la circustancia espiritual de su enfermedad. La intercesion de los santos le habia llegado a ella en el mismo envase que los comprimidos de aciclovir que yo le habia retado.

Cuando llegue a casa se lo conte a mi abuela, y ella me dijo, Aurelia sabe lo que se hace, y tambien me dijo, tu padre esta cada dia peor.

<<Llevo dos dias sola,. Tobias se a puesto enfermo. Le ha salido una infeccion muy mala en la boca y las monjas le han dejado em la enfermeria. El es buena gente, no digo que no, pero de vez en cuando tambien viene bien estar sola. Hoy hay una luna muy llena. Aprovecho para escribir cuando hay luna llena. Me gusta como ilumina el papel. Esta tan llena la luna que hasta la mano me va haciendo la sombra segun escribo. Tobias me dice que para que escribo estas cosas si nadie las va a leer y yo no se que decirle porque tampoco se la razon, pero me sienta bien. Al principio piensas que todo esto te va a resultar insoportable, y no niego que hay momentos de mucha desesperacion, pero al final aguantas y hasta acabas pensando que hay otros que estan peor. Pero el cuerpo se adapta mejor que la memoria.

El cuerpo acaba adaptandose al frio y a los cansancios y a vestir de cualquier manera y a dormir en cualquier parte, pero la memoria no, la memoria es mas rebelde y, a veces, ni siquiera se limita a recordar, y hasta acaba haciendote preguntas y a ti te entran deseos de quemar esta memoria. Ahora, con Tobias, estoy aprendiendo muchas cosas, tantas que si la vida diera la vuelta hacia atras no cometeria algunos de los errores que cometi, o al menos eso creo, pero el tiempo no vuelve, no hay forma de retroceder. Tobias es un tipo excepcional y el estar sola, sin el, me ayuda a reflexionar mejor sobre el. Con el aprendi que el compañerismo, incluso el amor, aunque me da reparo escribir esta palabra, no consiste siempre en hablar o escuchar, en contarse la vida uno al otro, en contarse los fracasos o los aciertos, en discutir de los asuntos con los que te vas topando, en narrar hitorias de la infancia o de la juventud, en demostrar lo que sabes o lo que no sabes, ni siquiera en jugar juntos a las cartas o bailar un vals, aunque todo esto tambien haya que hacerlo.

El buen compañerismo consiste mas bien en sentarse uno junto al otro en silencio, en callar y esperar, en estar pendiente en cada momento de lo que el otro pueda necesitar, y decirselo, si se puede, en decirle, no puedo darte eso que necesitas, y en no exigirse nada, no decir, por ejemplo, porque no me das eso que necesito. La relacion con Tobias es buena porque la tenemos construida en el silencio y seria todavia mucho mejor si consiguieramos olvidarnos de los malos recuerdos, de esos recuerdos tan fastidiosos que se rebelan y no se adaptan de la misma manera y con la misma facilidad con la que se adapta el cuerpo. Mañana por la mañama las monjas me van a dejar ver a Tobias. Voy a ir hasta alli y me voy a sentar a su lado y voy a estar callada para no distraerme y asi estar atenta por si hay algo que el necesite. Estas cosas no las supe nunca y en mi vida anterior los silencios no eran silencios porque siempre estaban llenos de inconformismos y de rencor.

Es una pena que algunas cosas sobre la vida y el comportamiento y el amor no vengan claramente explicadas en lo libros. A lo mejor si que vienen, pero a saber donde estaran esos libros. Pero es en la calle donde acabas aprendiendolas. Entonces sientes que ya no te queda tiempo, bueno, si que te queda tiempo, porque en la calle tienes todo el tiempo del mundo, pero ya no es el tiempo que necesitas. Al final el cuerpo se adapta tanto que acaba por convencerse de que morir no es tan malo, si llegara el caso, siempre que una se muera bien, sin muchos dolores y sin rencores contra nadie, ni siquiera contra una misma, sabiendo lo que se pudo hacer y no se hizo. Pero la luna esta hinchada y muy luminosa. No es bueno pensar en la muerte con esta luna tan orgullosa. Es mejor cerrar los ojos y dejar que llegue sola la felicidad, sin llamarla. Aunque, no se porque sera, pero cuando al final llega, este cuerpo que se adapta a todo tan bien, se queda como atrofiado y se llena de tristeza>>.

Llego la Navidad y el diluvio no habia terminado. A veces nevaba, Pero la nieve enseguida se deshacia y el mundo parecia haber sido construido con fango y barro. Mientras preparaba el fuego para el asado pensaba en la nieve de antes. Tardaba semanas en irse. En aquellas navidades habia nueces tostadas y sidra dulce, y los cantaros del corredoe se llenaban de ternura porque habia una mujer, que era mi abuela, que me asaba castañas, y habia otra mujer, que era mi madre, que me frotaba las manos entre las suyas para que se me fuera el frio, y luego venian los reyes por el camino de los castañedos montados en los caballos de arrastrar la madera y nos traian juguetes y naranjas, y habia un hombre, que era mi padre, que inventaba para mi historias fabulosas a la orilla de la leña quemada. Pero aquello habia sido hacia muchos años.

Mi padre quiso que don Justo y Laura cenaran con nosotros en Nochebuena. Nos fuimos a la casa del pueblo, hicimos una lumbre grande y asamos un cordero. Mi abuela canto villancicos viejos, don Justo escenifico un parrafo de "Cuento de Navidad," de Dickens, y Laura y yo nos mirabamos y nos reiamos y a mi me gustaba estar cerca de Laura. Ella nos conto unos cuentos daneses y luego dijo que porque no leia yo alguno de mis poemas, pero me negue, y entonces mi abuela se dispuso a recitarnos su poema favorito, "El tren expres," de Campoamor, pero mi padre, que habia permanecido callado durante toda la cena, se levanto y le dijo a la abuela que esperara un momento, que queria leernos algo. Salio de la sala y volvio al instante con unos papeles, y se quedo de pie, junto al fuego, y todos movimos las sillas para mirarlo.

Nos leyo una carta de una tal Camila Pelaez, propietaria de una pension en el barrio madrileño de Entrevias, donde, al parecer, mi madre habia pasado mucho tiempo y tambien nos leyo una hoja arrancada de un supuesto diario de mi madre que la tal Camila conservaba en su totalidad y que se ofrecia a entregarnos, junto con alguna otra cosa sin importancia. Dentro del sobre tambien venia una fotografia en la que mi hermana Tamar sostenia con las dos manos un helado y yo estaba a su lado vestido de primera comunion, y mi madre estaba detras de los dos. Lo que mi padre leyo de aquella hoja nos dejo a todos sin palabras. Primero lloro Laura. Mi abuela se fue a llorar a la cocina, don Justo bajo la cabeza hasta apoyarla en las rodillas y a mi padre le temblaban los labios y las manos. Me levante y comence a dar paseos por la sala, y dije, debemos ir a buscar a esa mujer, y mi padre pregunto, para que, y nos miramos para comenzar una pelea mas de las muchas que soliamos tener, pero no discutimos ni nos dijimos nada porque algo hizo que nos abrazaramos fuerte, muy fuerte, y entonces Laura se levanto y nos abrazo a los dos, y pense que quiza mi padre por fin estuviera cambiando.

Nunca sabia lo que mi padre queria de mi. El habia luchado hasta la crueldad por mostrarse como un hombre seguro, pero siempre supe que la seguridad no era una de sus virtudes. Tampoco la coherencia. Una noche, a las pocas semanas de que mi madre se fuera, me desperte con un dolor en la nuca que no me permitia girar la cabeza. Mi abuela aun no vivia con nosotros. Me levante y acudi al cuarto de mi padre. Estaba sentado, vestido aun, sobre la cama. Me acerque a el y vi que le temblabam los labios y las aletas de la nariz y que estaba llorando. Me agache junto a el, le tire del pico de la chaqueta y lo mire porque lo que tenia que decirle se lo queria decir con los ojos, pero el hundio la cabeza entre las manos y me grito vete a la cama, y vi sus ojos entre los dedos como dos globos de sangre a punto de explotar. Retrocedi asustado y corri al cuarto trastero a meterme en el hueco de la escalera del desvan.

Alli, encogido junto a los gatos, perdido en una noche que no era la noche de fuera sino otra noche que me estaba creciendo dentro, me olvide del dolor de la nuca y llore hasta que el sueño pudo conmigo. Cuando desperte, el se preparaba cafe en la cocina y nunca supo que yo habia dormido en aquel rincon de la casa que olia a cebollas en vinagre y al fermento de la sidra en los garrafones. El no lo supo porque me dijo, tienes la cara sucia, que sea la ultima vez que te acuestas sin lavartela, eso me dijo irritado y con los ojos enrrojecidos, con la misma voz y los mismos ojos que tenia la noche anterior, cuando habia ido a decirle que me dolia la nuca, pero me lo dijo tartamudeando, como si en realidad quisiera decirme otra cosa. Fue aquel dia cuando empece a fabricarme mi propia realidad, a tejer desde el silencio una telaraña interior que me evitara caer al vacio. Durante nuchos dias vi las lagrimas en su cara, pero el no se daba cuenta de las mias. Hasta que llego la abuela, las comidas y las cenas transcurrian en silencio y lo veia a el flotando en el vaho de los caldos, alejandose. Un dia la abuela le dijo que era bueno llorar, pero que no servia de nada, y el le contesto que lo que era bueno debia de servir para algo y que sus lagrimas eran un problema exclusivamente suyo.

Don Justo decia que mi padre era un aristocrata de la palabra porque sus pensamientos iban siempre envueltos de intelectualidad y cargados de metaforas, pero a mi no me engañaba porque el nunca se creia nada de lo que decia y siempre andaba revestido con el disfraz de sensatez intelectual. Presumia siempre de ser tolerante, pero no lo era. Respeto tu opinion, decia despues de escucharte, e inmediatamente ponia un pero, y en ese pero estaba siempre su intransigencia, envuelta con buenas palabras. Un dia que fui con el a pescar le confese que queria estudiar literatura, y el me dijo que era muy respetable el interes que yo mostraba por los libros y por todos los temas literarios, y que era un halago para el que yo quisiera elegir su misma profesion, pero que a mi lo que de verdad me convenia estudiar era medicina pues encajaba a la perfeccion con mi inteligencia y con mi caracter, pero que no obstante hablariamos de ello mas despacio, y que le pasara por favor la caña grande para probar en otro remanso. Durante todo el año se dedico a convencerme sutilmente de que yo debia de ser medico, hasta tal punto lo hizo que llegue a pensar que de no serlo me convertiria en un ser fracasado. No sabia cueles habian sido los verdaderos motivos de aquel interes suyo, quiza no habia motivos y se habia tratado unicamente de una ocurrencia instantanea de la que, como tantas otras veces, habia sido incapaz de desprenderse. Nuca fue generoso conmigo, porque ningun infeliz podia ser generoso, y mi padre era un hombre infeliz y eso hacia que su avaricia sobrepasara los limites de lo tolerable.

Me obligaba a utilizar los lapices hasta que apenas podia sujetarlos con los dedos, llevaba mis zapatos al zapatero una y otra vez antes de comprarme otros nuevos, contaba varias veces el dinero antes de realizar los pagos, recriminaba a la abuela porque gastaba mucha agua o porque no sabia cocinar para tres y siempre sobraba comida o porque me cambiaba de ropa con demasiada frecuencia, y a sus alumnos les pedia que escribieran con letra pequeña y rellenaran los folios por las dos caras. A mi me daba vergüenza que en el Instituto hicieran bromas con aquella manera de ser de mi padre, y me dolia su mezquindad, esa desdicha suya que le hacia agarrarse a las cosas desesperadamente, como si en ellas, en su conservacion y cuidado, estuviera la salvacion de su conciencia. Todos sabian que el era asi, y hasta Placido, el hombre que en el pueblo nos cuidaba los caballos, me dijo un dia, despues de soportar una reprimenda de mi padre por haber agotado el pienso de un mes en quince dias, que bueno, que mi padre era como era por lo que era, asi me lo dijo Placido, que no fuera yo a pensar que mi padre era un ruin y un avaricioso, que pasaba lo que pasaba porque desde que se habia ido mi madre estaba trite de aquella manera, que no fuera yo a preocuparme. A mi no me hubiera preocupado si no fuera porque me dolia pasar tanta vergüenza y porque no veia entonces la razon de tanta avaricia, pues su sueldo de profesor, la pension de la abuela y, durante los primeros años en el pueblo, la huerta y los caballos nos permitian vivir desahogadamente, incluso ahorrar dinero, sin embargo el siempre iba a las clases con el mismo traje azul marino, brillante de tantas lavaduras, y esto a la abuela la ponia fuera de si.

Un dia me dijo la abuela que cuando estaba mi madre el no era asi y que gastaba dinero en flores, en chocolates rellenos, que a mi madre le encantaban, en corbatas que unicamente se ponia una vez, en cenas y otras celebraciones sin otro fundamento que el de satisfacerla a ella o en cuadros y adornos inservibles que a los pocos dias acababan olvidados en los baueles del desvan, y que el nunca le habia negado a ella nada de lo que le pedia y que parecia feliz malgastando su dinero. Aquel dia escuche a mi abuela con mucha sorpresa y atencion, y le pregunte que entonces porque mi madre se habia ido, y me restregue los ojos, como siempre hacia cuando no entendia algo, pero ella guardo silencio y observo mi expresion perpleja y me dijo que desde luego no porque mi padre fuera un estrecho, esto fue lo unico que la abuela me contesto. Fui descubriendo que mi padre se habia vuelto avaricioso porque pensaba que si le faltaban las cosas no tendria nada, y su objetivo principal era la ganancia porque de ella dependia su salud mental, por eso cuando le comunique que me habian concedido aquel premio de novela sus primeras palabras fueron, y cuanto te van a dar, algo que ni yo mismo sabia, y por eso tambien cuando le informe sobre el contrato que acababa de firmar con el INSALUD, rapidamente me pregunto, y cuanto vas a ganar, y asi era el, mi padre, y yo no entendia como alguien que tenia desocupada su alma podia importarle que estuviera vacia su cuenta bancaria.

Aquellas cosas hacian que yo no supiera el grado de afecto que me unia a el, porque no me gustaba, mi padre no me gustaba nada, y yo sabia por don Justo y por la abuela que el habia sido apasionado, compulsivo, alegre y generoso, y que de todo aquello no quedaba nada. Don Justo siempre estaba cerca de el y nunca le recriminaba nada, jamas le decia una palabra que contrariara su manera de ser, parecia una sombra que anduviera tras el protegiendolo. A mi me gustaba mucho como era don Justo, porque era generoso y a su lado todo parecia ya estar explicado y resuelto. Muchas veces desee que el hubiera sido mi padre o que mi padre hubiera sido como el.

Cuando supere la enfermedad, entre en la adolescencia agobiado por la nostalgia que a esa edad se tiene de todo aquello que parece inminente y no termina de llegar, y con aquella pasion que me hervia en la sangre encontre un dia en el desvan un baul que contenia las cosas de mi madre. Abri la tapa y mil imagenes fueron saltando del fondo de aquel mundo abarrotado de polvo, y cada objeto, poco a poco, al ser rescatado, acariciado y observado por mi se iba envolviendo de vida, de la vida a la cual habia un dia pertenecido y floto sobre mi el espiritu de aquellas cosas. Saque un estuche de cristal con polvos de colores y cremas y lapices de sombra y esmaltes para las uñas y barras de labios, y abri una de aquellas barras y la acerque a la boca y vino a mi el ultimo recuerdo que tenia de mi madre, el de sus labios rojos y abultados, aquellos labios que me habia ofrecido la ultima noche que habia pasado en casa, cuando, delgada y sigilosa, se habia acercado a mi cama a besarme. Senti sus labios y vi sus ojos grandes, claros y humedos, y me coloco el embozo de la sabana y me cerro los parpados con la yema de los dedos y me dio un beso largo en los labios, y me dijo, amor mio, esto me dijo mi madre, amor mio, y tambien me dijo, no te olvides de que tu madre te quiere, y yo me dormi tranquilo porque aquella forma de besar de ella era la misma de siempre y aquellas palabras tambien me las habia dicho otras noches.

Esto estaba yo recordando en el desvan ante sus barras de labios, y tambien recorde junto a su baul el sueño que se habia repetido muchas noches, despues de que ella se fuera, un puente colgante largo, interminable, que se elevaba sobre un rio de fango y yo caminando angustiado sobre aquel puente sujetandome a las cuerdas laterales y sin llegar nunca al final, y de pronto, sobre las aguas enfangadas aparecia una muchedumbre de flores amarillas en forma de espigas. Los psicologos de las terapias hablaban de un deseo infantil de trepar por las piernas maternas, que eran el puente, y la angustia de no poder llegar a sus labios y ver como los besos, que eran las flores, se alejaban arrastrados por las aguas.

Segui sacando las cosas de mi madre del baul y las fui acariciando. Habia libros, que abri, y en todos estaba subrayada la primera frase. Solo la primera frase, y no habia ninguna otra señal dentro de aquellos libros, unicamente su nombre, Gracia, y una fecha y el subrayado de la primera frase, y entonces supe que aquella era una estraña costumbre de mi madre porque tambien en los estantes de la sala habia algunos libros con ese mismo subrayado, y abri alguno de los libros que habia en aquel baul y lei la primera frase, y abri uno que decia, todas las maneras de sentirse uno feliz se parecen entre si, y era Ana Kanerina, y abri otro y lei, soñe que habia hecho una cosa horrible, tan horrible, que se me nego sepultura en la tierra y en el mar, y ni siquiera habia infierno para mi, y era El pais del Yann, y ya no lei ningun libro mas porque cogi un sobre de papel Manila y lo abri y dentro de el habia una foto de boda de los padres de mi madre, los abuelos que yo nunca habia conocido, y el abuelo estaba sentado en una silla de patas torneadas y llevaba un traje oscuro y un bigote que parecia haberse colocado para hacerse la fotogtafia, y la abuela estaba de pie, con una mano apoyada en el hombro del abuelo, y tambien iba de negro, pero en la mano que no apoyaba llevaba un pañuelo blanco, y tenia la abuela una expresion dulce y perpleja. Tambien habia en el baul una caja de musica con el engranaje oxidado y un joyero chino y un despertador con la forma de una nube y un paraguas rojo y una libreta donde ella iba anotando las peliculas que veia en el cine Novedades y pañuelos de seda y cinturones de todos los colores y una coleta de pelo rubio guardada en una caja. Tambien habia una pipa india de porcelana, y en el fondo del baul, debajo de unos vestidos, enrrollados en un tubo de cartom, habia varios carteles de cine, estaba Barbara Steel en La mascara del demonio, Alan Ladd montando a caballo en Raices profundas, Clark Gable besando a Vivien Leigh en Lo que el viento se llevo y Ana Magnani abrazando a una niña llorosa en Bellisima. Tambien habia en aquel baul varios albunes de fotos y uno relleno de recortes de periodicos y revistas, con noticias que a medida que leia fui comprobando que se referian a mi madre. No podia creelo, mi madre habia sudo actiz. Las miraba una y otra vez y alli estaban las noticias de los estrenos, las criticas, los viajes a festivales franceses, las fotos con los directores de entonces, con los actores y las actrices de la epoca. Mi madre actriz, me repetia una y otra vez, Gracia Lumet, no podia creermelo. Baje excitado las escaleras del desvan y me fui junto a mi padre, que estaba en la sala corrigiendo unos examenes, padre, y se quito las gafas, mi madre fue artista de peliculas, esto le dije, como quien desvelaba un misterio, y el agacho la cabeza y se restrego los ojos, igual que hacia yo cuando no entendia algo, y comprendi entonces lo absurdo que habia sido mi descubrimiento. Me dijo que no me haria ningun bien escarbar en un pasado que no era mas util que las telarañas del desvan, y le replique, pero padre, y el me dijo, si, tu madre fue actriz y quiza por eso fue un error el que yo me casara con ella, pero ya no importa y ademas sus papeles siempre furon secundarios. Le suplique, quiero saber, si, asi fue, le dije que queria saber, y el me interrumpio, tu no quieres saber nada y dejame terminar de corregir estos examenes. Me volvi para ir hacia mi cuarto y oi que decia algo, hace tiempo que debi quemar ese baul, eso fue lo que dijo.

El nunca me habia dicho la verdad. Despues de que ella se fuera, estuve varios meses en la creencia de que habia estado cuidando a un familiar enfermo, hasta que una noche el vino a mi cuarto, se sento en mi cama, y me dijo, voy a decirte la verdad, y aquella verdad que mi padre habia venido a traerme era para mi necesaria, pero para el era una verdasd imposible, y me dijo, tu madre te abandono, esto me dijo, no me dijo tu madre me abandono, ni siquiera, tu madre nos abandono, no, lo que dijo fue, tu madre te abandono, y hasta creo que puso un enfasis especial en aquel pronombre personal de la segunda persona, pronombre que llego a mi conciencia sucio de culpa, y los psicologos se habrian de ocupar despues en eliminar esa culpa en sesiones interminables durante casi tres años de mi vida.

Comprendi muchas veces a mi padre por no haber sabido afontar aquuella perdida a solas, igual que un dia habia acogido la dicha de ser amado sin compartirla con nadie, le compadeci por haber interpretado mal tanta angustia, por haber intentado compartir su culpa conmigo. Aquella noche en que el vino a traerme aquella verdad fue como si se hubiera roto algun hilo que me sujetara a la vida. El debio de apreciar mi hundimiento, porque hablo y hablo para intentar devolverme la esperanza que me habia robado, pero no podia escucharlo, y lo odie tanto a partir de aquel dia como me odie a mi mismo. Acomodo su cabeza sobre la almohada y me arropo y me beso varias veces en la frente y me dijo, para rubricar su ceguera y mi sufrimiento, deja que yo te bese ya que ella no quiere hacerlo, esto me dijo mi padre, y mi desintegracion fue cosa de unas pocas semanas.

Pero aquella noche, despues de que mi padre se fuera, ocurrio algo que precipito la negacion de mi propia existencia de una manera mas brusca. A media noche me desperte bañado en sudor y con una gran angustia, me levante y abri la ventana, me vesti y salte al callejon que separba la casa de la cuadra de las yeguas, cogi la bicicleta que guardaba en el cuarto de los piensos y comence a dar pedaladas hasta salir del pueblo. Al llegar a la cuesta de las fuentes me levante del sillin. Sudaba. Vi la bombilla de la casa de Placido antes de caer al suelo. Me golpee la frente y las rodillas. Habia sangre, pero no sentia dolor. Asomada a la ventana, con el pelo suelto y un camison azul, estaba Etelvina, la mujer de Plcido. Ella dijo algo, no se lo que dijo, alguna exclamacion, porque me habia visto caer. Salio a la calle, y me recogio, ay hijo, que haces tu por aqui a estas horas, y me metio en su casa para curarme las heridas. Por primera vez la pude observar de cerca, pues siempre habia estado enferma y nunca salia a la calle. En el pueblo decian que estaba loca, pero yo no lo creia porque era la mujer de Placido, y la mujer de un hombre tan bueno como Placido no podia estar loca. Me hizo muchas preguntas mientras me curaba, pero yo no contestaba a ninguna y unicamente le suplique, por favor no me lleve a mi casa, y ella hizo algun reproche, pero tu padre y tu abuela estaran preocupados, me dijo, y le explique que no, que ellos estaban dormidos, y es probable que la conmoviera la tristeza de mi aspecto o puede que el pueblo tuviera razon y ciertamente estuviera loca, porque me dijo, Placido no esta, esta con las yeguas al monte asi que puedes quedarte conmigo y te llevare a casa temprano. Me subio a su habitacion y muy despacio me fue desnudando. Yo temblaba, aunque tenia el cuerpo empapado de sudor. Cogio agua en una palangana y con un paño me fue humedeciendo el cuerpo y limpiandome la tierra de las heridas. No sentia dolor, sino una caricia que nunca antes habia conocido. Segun me iba limpiando vi que sus ojos quemaban. Me empujo suavemente a la cama y ya no tenia el paño humedecido, ya me rozaba con sus dedos y sus labios, con los que tambien me empezo a rozar, eran rojos, muy rojos, mas rojos y mas calientes que los de mi madre. Ella repetia, pobrecito mi niño, que suave estas, pobre gorrion. Las sabanas estaban humedas y me hicieron olvidar quien era yo y donde estaba. Etelvina dejo caer su camison al suelo y su cuerpo blanco quedo al descubierto. Pense que asi debia de ser el cuerpo de mi madre desnuda. Entro conmigo en la cama y me aprete contra su cuerpo como uno de esos pajarillos heridos que se arrebujan contra la palma de la mano. Lami sus pechos y las lunares oscuras de sus pezones, y sus muslos calientes me abrazaron, y ella me pregunto si echaba de menos a mi madre, y le conteste que si, que la echaba de menos, y fueron aquellas las ultimas palabras que pronuncie en mucho tiempo. Y asi en medio de aquel afecto, cerre los ojos y me quede dormido.

Cuando desperte ya ella habia mandado aviso a mi casa para que vinieran a buscarme. Me interrogaon, pero nadie consiguio sacarme una palabra. Fue la unica vez en mi vida que me pego mi padre. Lo hizo con el cinturon, varias veces en las piermas y en la espalda y hasta en la cara, pero yo no sentia dolor y solo oia los gritos de mi abuela contra mi padre y a el decir que no iba a consentir que le saliera profugo como mi madre, y yo no sabia que queria decir aquella palabra, profugo, pero nunca se me fue de la memoria.

A los pocos dias de aquel suceso, murio Etelvina. Yo estaba acurrucado contra mi mismo en un rincon de la sala, cuando don Justo trajo a casa la noticia, su muerte era una muerte anunciada, dijo don Justo, y mi abuela dijo algo, pero ya no supe lo que decia ella ni lo que decia nadie porque comence a balancearme y a emitir gemidos y me habia enrrollado como una pelota, como una pelota que saliera rodando sin detenerse por las orillas del mundo o por los bordes mismos donde termina la vida, y alli me quede durante muchos meses, sin hablar y sin escuchar a nadie, mirando solo hacia el mundo que me crecia dentro y sin responder a ningun estimulo.

No se como ni porque se produjo mi recuperacion, supongo que algo tendrian que ver las terapias de los psicologos amigos de mi padre, que me trataron durante tanto tiempo. Lo cierto es que sali de aquel mundo propio, aunque seguia sin conocer los motivos de la marcha de mi madre y viendo a mi padre a mi lado sufriendo aun el abandono y rehuyendo siempre cualquier comentario sobre Gracia Lumet, profuga de nuestras vidas y actriz secundaria.

Aquella Navidad en que recibimos la carta de Camila Pelaez, con la hoja del diario de mi madre, cuando se fueron Laura y don Justo y se acosto la abuela, me quede a solas con mi padre. Tomo la fotografia de mi madre y la miro mucho rato, y luego me explico, os la hice el dia de tu primera comunion. Le pregunte si la habia amado mucho, y el hizo un movimiento brusco, como si le hubiera incomodado la pregunta, pero me contesto, me dijo que bueno, que en realidad el la habia amado siempre, y que la amaba incluso despues de su muerte. Entonces le volvi a repetir las viejas preguntas, porque nunca me contaste la verdad, porque me trasmitiste tu culpa, y el me respondio con otra pregunta, porque me odias tanto, y le dije que el me habia hecho sufrir demasiado, y que pasa con ella, me contesto, no fue ella quien se marcho, dimelo no fue ella, y ya nos estabamos gritando, tanto nos gritabamos que salio la abuela de su habitacion y ordeno que nos callaramos, que si no lo haciamos iba a darnos con la escoba a los dos, y mi padre me cogio por los brazos y me dijo, escucha, nadie se revuelca en la mierda para buscar la verdad y en este asunto no hubo nunca mas que una verdad, que ella un dia nos dejo y que ahora esta muerta, y volvi a insistirle antes de que se fuera a su cuarto, con el tono de voz muy elevado, padre, se razonable, es probable que ella haya escrito un diario y que esa mujer, Camila, guarde algunas cosas suyas, pero el me miro y me dijo, en lo que respecta a tu madre ya no hay nada que pueda recuperarse, y no pude entender su emocion cuando habia leido unas horas antes la pagina de aquel diario, ni tampoco su abrazo. Una vez mas se estaba escondiendo de si mismo. Ya no quise hablar mas. Se fue a la cama. Le dije a mi abuela, no tengo sueño, y ella me dijo, yo tampoco tengo sueño. Nos fuimos los dos a la cocina y me pregunto si queria una rosquilla de anis con un poco de leche.

<< Lo mas dificil es adaptarse, sobre todo cuando el cuerpo es viejo y la caveza esta cansada de darle vueltas siempre a lo mismo. Cuando una consigue caminar por la calle sin sentir que la calle le es agena, solo entonces, esa calle, con sus rincones, sus bancos y sus esquinas deja de contemplarla a una como si fuera extranjenbra. Si el viento te muerde las orejas te apoderas del viento. Si el sol te hace sudar te apoderas del sol y del sudor y te apoderas tambien de la sombra. Una vez, hace muchos años, me costo adaptarme, y no era el cuerpo, entonces joven, quien ponia las resistencias. Era el pensamiento. Hube de cambiar el camerino, el brillo de los estrenos, los rodajes, las sesiones de fotografia, las ruedas de prensa y las veladas hasta el amanecer por una casa con marido, sofas, cocina de carbon, niños pidiendo caricias, olor a guisos y mucho sosiego. Entonces el pensamiento se resistia a adaptarse porque seguia lleno de fantasmas, pero se adapto, y durante un tiempo fui feliz, aunque a veces a costa de fingir y robar sentimientos que ya no me pertenecian. Hubo deseos de abarcarlo todo, de no perderse nada, de arriesgar hasta el limite la felicidad de los otros. Luego pasan cosas y son necesareas otras adaptacionas, pero no te conformas, y adaptarse es conformarse. Crees que tienes apoyos, proteccion, pero no los tienes. El pensamiento, de tanto intentar adaptarse, se acaba partiendo en pedazos y los fantasmas que vivian en el se vuelven locos. Pero ahora intento apoderarme de todo, no solo del viento, del sol, del dolor de las rodillas o del hambre. Porque si te apoderas de todo, todo es tuyo y todo tiene sentido, hasta la esperanza. Aunque hay cosas de las que una no puede apòderarse, por mas que lo intente, y yo lo intento, y esas cosas suelen estar dentro de una, como la memoria o esos remordimientos, que los arrancas de cuajo y vuelven a florecer como las ortigas. Tobias dice que el, en tantos años que lleva en la calle, aun no se ha apoderado de la tristeza que siente cuando recuerda la muerte de su hija. Le explico que yo de la tristeza por la muerte de mi hija Tamar ya hace tiempo que consegui apoderarme, pero tambien tengo otras tristezas de la memoria que se resisten. A veces le digo a Tobias si no estaremos un poco locos por hablar de estas cosas. El me dice que si, que lo estamos, Pero que haber de que otra manera podemos sujetar el desanimo. El teme mucho el desanimo que yo le ayudo bastante con ese asunto. Ayer, para huir del desanimo nos fuimos al aeropuerto. Cogimos el autobus y nos acercamos a ver como los aviones llrgaban y se iban. Tobias nunca a montado en un avion, el toda su vida fue conducctor de autobusas, pero yo si que monte muchas veces cuando era joven, para ir a Paris. Le explique a Tobias como eran los aviones por dentro y lo que se siente cuando uno va por encima de las nubes. A el le entran respingos y dice que el prefiere los autobusas. Luego tomamos unos cafes con lache, pero nos costaron los dos cafes cuatrocientas pesetas porque en lo que tomas en los aeropuertos ahora deben de incluir el espectaculo de ver entrar y salir a los aviones. Asi que no nos alcanzaba el dinero. Tobias se puso muy nervioso y paso mucha vergüenza. Yo tambien me puse nerviosa buscando por los bolsillos del abrigo unas monedas que sabia que no tenia, pero una señora muy elegante que tambien se estaba tomando un cafe junto a nosotros, al vernos a los dos tan apurados, nos pago los cafes. Le di las gracias y le desee mucha suerte, porque a esas personas les gusta que la gente como nosotros les desee suerte, se quedan mas satisfechas y tranquilas. Tobias le hizo una reverencia y yo creia que le iba a vesar la mano a aquella señora tan guape, pero no lo hizo, solo gue u gesto de educacion muy propio de Tobias. Cuando ibamos en el autobus de regreso yo le dije que me habia gustado mucho el estilo con el que habia hecho aquella reverencia y que se me habia parecido a Fred Astaire, en Sombrero de copa, cuando le hacia las reverencias despues de los bailes a Ginger Rogers. Me pregunto quienes eran esos, y entonces aproveche para hablarle de cine>>.

Paso el mes de enero y se fueron las lluvias y vino una extraña ola de calor con el mes de febrero que nos sorprendio a todos con las bufandas puestas. Mi padre y yo apenas hablabamos porque nada teniamos que decirnos, nada que no pasara por recuperar el dialogo sobre mi madre y acudir en busca de Camila Pelaez.

Fue un domingo por la tarde. Yo estaba solo en la casa del pueblo. Laura aparecio de pronto en el patio. Yo estaba sentado bajo el salguero, haciendome muchas preguntas, porque los domingos por la tarde era la hora de todas las preguntas. Segun se iba consumiendo la luz, mas triste me iba sintiendo y se me antojaba que estaba tratando de decirle adios a algo, no sabia a que, o que algo estaba tratando de decirme adios a mi. Fumaba y luchaba contra aquel insoportable olor a preguntas cuando Laura entro en el patio y me dijo, vengo a hacerte compañia un rato porque se que estas triste, y a mi me asombro tanto aquella visita de Laura que me levante bruscamente de la silla, pero no fui hacia ella. Me quede quieto y desprotegido. Ella vino hacia mi y me dio dos besos y dijo, se esta bien aqui, y se sento, tomo un cigarrillo de mi cajetilla, lo encendio y aspiro profundamente hasta llenar los pulmones de humo, con arrogancia y resolucion, como siempre lo hacia ella, intimando en sus adentros con los efluvios de la nicotina, y me dijo, necesitas hablar con alguien, y me lo dijo con las palabras llenas de humo.

Me hizo hablar mucho, de mi madre, y sobre todo de mi padre. Ponte en su lugar, me dijo varias veces, y me cogio las manos y me las iba acariciando mientras yo hablaba. Me sentia bien y quise que aquel momento con ella fuera largo. Al fin callamos y busque intencionadamente sus ojos y vi que en ellos habia un brillo que no era el brillo normal de otras veces. Mi respiracion se agito, se agito tanto que le dije que la queria, que la queria mucho, que si, que ya sabia que era una locura, pero que la amaba y la deseaba. Ella sonrio y me dijo, ven aqui, y le dije, no, ven tu, y ella vino y la cogi por la cintura y la sente sobre mi y nos abrazamos. Me dijo soy una vieja con todas las cartas echadas y tu eres un niño. No se porque me dijo aquello, quiza para oirme decir lo que luego dije, que vas a ser vieja si acabas de cumplir cuarenta años y estas preciosa. La bese. Ella se resistia, pero la bese y aquel beso desencadeno una tormenta, como si todos los musculos, los suyos y los mios, hubieran perdido el control. La cogi en los brazos y la lleve a la cocina de leña y la deje en la gran mesa de roble sobre la cual, en otro tiempo, descuartizaban a los cerdos. Alli nos amamos.

No nos dijimos nada porque niguna palabra era suficiente, ninguna podia añadir ya nada, y a nuestros pies se uscuchaba el estrepito de unos cristales saltando sobre las piedras. Despues los dos quedamos tumbados boca arriba sobre la mesa, jadeando, mirando al techo de madera, y me puse la mano en el pecho y senti que el corazon me corria, galopaba desbocado. Intente volver a abrazarla, pero me dijo, quieto, ya esta, esto es como si no hubiera pasado porque no puede ser, esto no puede ser, me oyes, no puede ser, y nunca va a volver a suceder, y le intente explicar que ya sabia que era dificil, y ella dijo, dificil, como dificil, es imposible, entiendes, imposible, y me deletreaba cada silaba de aquella palabra que a mi no me gustaba, y quise decir algo mas, pero me puso los dedos en la boca y luego me dejo un beso ligero, muy ligero, y me pregunto, estas bien, y la vi tan hermosa, tan llena de luz que me hizo sonrreir otra vez, que me hizo sentirme bien, y le conteste, nunca estuve mejor en toda mi vida, y ella dijo, bien, entonces esta bien, y ahora vamonos a casa que se acabo el domingo.

En casa me sente frente al espejo de mi habitacion, aquel viejo espejo que tantas veces habia querido romper, que tantas me habia mostrado mejor que nadie el vacio dejedo por mi madre, aquel espejo de marco barroco que habia sido el unico que habia interpretado al pie de la letra mis años de silencio.

Alli me sente y no pense en Laura, ella no quiso reflejarse en el espejo o el espejo no quiso reflejarla a ella. Pense en aquellos años de silencio, en como me gustaba jugar a multiplicar la imagen de mi madre hasta el infinito utilizando su foto y pequeños espejos de mano frente al gran espejo, en cuantas noches habia pasado sentado alli, frente a la luna de vidrio, sin pensamientos, sin escuchar mas ruidos del mundo que los ronquidos de mi padre en el cuarto continuo y sintiendo la luz de la lampara escurrirse en el hormigueo de mis dedos. Pense en cono yo me sentia como un objeto mas y en como todo, objetos y cuerpos, me parecian frios, lejanos, inutiles, y en como las palabras, que tambien eran objetos, se me quedaban siempre flotando en la boca del estomago, Pero no eran muchas las imagenes que yo conservaba de aquellos años de silencio. A veces, mi abuela Leticia se acercaba y de su boca sentia salir un leve zumbido de viento que apenas me rozaba, y no sabia si ella era un objeto real o habia salido del espejo. Tambien recorde aquel dia frente al espejo las horas que habia pasado sentado en el corredor observando el crepusculo, que era vertiginoso y violento. Me gustaba sentir como llegaba de pronto la noche para engullir los edificios, las peñas, los arboles y las montañas. Al rato comenzaban a encenderse algunas luces e iban apareciendo como fantasmas las siluetas de todas las cosas. A veces, el cielo ardia y los montes parecian cubiertos de brasas o bañados en sangre, entonces la gente salia a la calle y miraba absorta aquel prodigio que se producia solo de vez en cuando, y a mi me alteraban mucho aquellos atardeceres y comenzaba a balancearme y mi abuela me apretaba las manos y yo me dormia sintiendo que sus manos estaban tan calientes como las montañas encendidas.

Quise pensar en lo que habia ocurrido con Laura por la tarde, pero me quede dormido. Me desperto la abuela por la mañana y senti el olor del cafe recien hecho.

El lunes pase la mañana escribiendo poemas. Rompi muchos, pero algunos se salvaron y quedaron guardados en la carpeta. Me llego la hora de la consulta y una vez mas me senti sin fuerzas para enfrentarme con el dolor y la zozobra de gentes de quienes apenas sabia nada, de seres apresados en la hipocondria, que es el miedo perverso a que todos los males colectivos se concentren en el propio cuerpo, asi me senti, pero me levante y cogi el maletin y antes de salir me llamo Laura para recordarme que aquella noche era la conferencia de Susan Sontag sobre Sarajevo, y me alegre, no por la conferencia sobre Sarajevo, sino porque otra vez iba a ver a Laura y por eso me fui con el animo renovado hacia la consulta.

Ella me habia inscrito hacia años en la organizacion Medicos del Mundo y yo me limitaba a pagar mi cuota a recibir folletos y revista y a asistir de su mano a algunas reuniones o conferencias, como la de aquella noche, en la cual ademas de la escritora norteamericana, participarian unos medicos que habian trabajado en un hospital de Kosovo y un periodista de la region que habia sido herido en la zona musulmana de Gradisca. Yo no conseguia descubrir los vinculos de aquellas desgracias con mi propia existencia, pero para Laura era distinto, pues ella armonizaba con entusiasmo el dolor de los otros en funcion de analogias o rechazos y se esforzaba por atar los cabos sueltos, por vivir inmersa en la tragedia del mundo, y se apasionaba y se conmovia o caia en el desaliento. Yo admiraba aquel corage de Laura y su resistencia a asistir como espectadora pasiva a los espectaculos del horror.

Ella me ha metido en esto, iba pensando camino de la consulta, y tambien pensaba aquella tarde de calor a destiempo que la urgencia de Laura por la solidaridad o la necesidad de compromiso eran sentimientos que estaban antes que las palabras y que por eso a mi me cautivaba tanto, aunque no era capaz de asumirlo en la forma en que lo hacia ella. Me sentia bien por ella, pero a la vez me sentia mal. Recorde el dia en que me habia hablado de los horrores provocados por un grupo de serbios llamados Aguilas Blancas, en la ciudad de Zvornic, donde los niños eran aplastados bajo las orugas de los tanques. Ante la insufrible resignacion de mis comentarios, me dijo, a veces eres un indolente, y me lo dijo mirandome con tabia, y tambien me recrimino que yo viviera escondido en el tonel de Diogenes y que tuviera el onbligo tan grande de mirarmelo tanto, y no se cuantas cosas mas me dijo.

A mi me dolia lo que me estaba diciendo, pero no podia hacer nada por modificar aquel sentimiento mio de resignacion y de indiferencia. Me pregunto si no tenia nada que decir, y le conteste, si, te invito a cenar para que me sigas hablando de esto. Acepto la invitacion porque don Justo se habia ido a pescar con mi padre. Bebimos didra y comimos sepia. Ella hablo sin cesar de genocidios y purificaciones etnicas, de comedias internacionales que no engañaban a nadie, de violaciones sistematicas y de campos de la muerte, de los francotiradores de Sarajevo y de los judios de Auschwitz, del egoismo europeo y de la peste de las religiones.

Me declare ignorante e impotente y me explico las mil formas que tenemos de reaccionar. Le pregunte por que me habia llamado Diogenes, si yo tenia entendido que Diogenes de Sinope habia sido el precursor de la fraternidad universal y de los monjes ascetas, y me dijo que ya, que seguramente, que de eso nada, que Diogenes habia sido un cinico individualista y que el ascetismo anacoreta no era mas que una forma egoista de eludir la responsabilidad social. Yo le decia que lo que estaba fuera de nosotros podia ser pura ilusion y que si se encauzaba la esistencia en la indiferencia hacia el mundo exterior, material e hipocrita, ni la enfermedad, ni siquiera la muerte podrian turbarnos el espiritu, y me pregunto, eso lo decia Diogenes o lo dices tu. Entonces volvi a sentirme bien y mal al mismo tiempo y me pregunte como serian unas vacaciones con Laura por las tierras del Peleponeso.

Con aquellos recuerdos llegue a la consulta. No habia ningun paciente. Tampoco estaba Angela. Le pregunte a Purita, la recepcionista, como es que no hay nadie, y ella sonrio y abrio sus ojos grandes y me dijo, porque no es la hora, doctor, si todavia son las cuatro. Se me encendieron las mejillas de la vergüenza. Entre en el despacho sin saber si el tiempo se habia descolocado con respecto a mi o habia sido yo el que me habia ubicado fuera del tiempo. Me sente a esperar y a pensar en mi madre. Estaba sudando. En el mes de febrero y estaba sudando por el calor. Pense que ella se habia ido sin baules, sin los libros en los que habia subrayado las primeras frases, como una promocion, sin aquellos que no pudo leer y que todavia rellenaban los estantes de la sala, se habia ido sin hijos, sin los carteles de sus peliculas favoritas, sin los discos de boleros que le habia regalado mi padre. Mi madre se habia ido dos veces y las dos sin mada. Quiza con el olor a ruina de los juguetes de Tamar o con el olor insoportable de las lagrimas de mi padre. No sabia bien lo que se habia llevado mi madre.
En medio de aquellos pensamientos llego Angela para preparar la consulta.

<<Hacia mucho frio y por eso entramos a tomar sopa caliente en el albergue. Tobias dice que de vez en cuando conviene dejarse ver por alli. En el caldo nos echaron un chorrito de vino blanco. A Tobias le regalaron un traje de paño gris en la parroquia. Le queda algo estrecho, pero estaba sin estrenar. Estaba tan guapo con el que hasta parece que le han cambiado los andares. Le dije que con el traje nuevo tenia los andares de James Stewart cuando hizo El hombre que sabia demasiado, y el me dijo que vaya por Dios, que siempre lo comparaba con gente que no conocia. A mi me regalaron un sobretodo negro que me abriga bien y esta limpio, pero ya hace tiempo que me lo regalaron. Llevamos muchos dias en calma, sin que ocurra nada por fuera que nos perturbe y sin que tampoco se nos alboroten las cosas de dentro. Creo que esos dias son lo que mas se parece a la felicidad. Asi vestidos, Tobias con el traje gris y yo con mi sobretodo negro, podemos entrar en los grandes almacenes como personas normales y sin llamar la atencion. Cogemos un carro y lo vamos llenando de cosas como si fueramos a comprarlas. Lo mismo metemos libros que cacerolas o ropa interior. Tobias, por ejemplo, me pregunta, como andas de conservas. Le contesto, mal, tenemos la despensa vacia de conservas, y entonces el coge una lata de cada clase y las va depositando en el carro. Le digo que las sardinas no me gustan, y el dice que bueno, que no importa, que las llevamos de todas formas por si viena a casa alguna visita. Le digo, por ejemplo, que si puedo este mes comprarme la plancha de vapor, y el responde que si, que este mes si que puedo porque las cosas van bien, y toma la nejor plancha del estante con mucho cuidado en sus manos, como hace el cura con el caliz de la consagracion, y la deja en un rincon del carrito. Le digo que gracias, que muchs gracias por ser tan atento conmigo. Lo que mas le gusta a el es la seccion de ferreteria. Me muestra, por ejemplo, unas tijeras de podar y me exolica, esto nos vendra bien para los rosales del jardin, y las suelta en el carro. Tambien cogemos clavos para colgar los cuadros y ceras para las maderas y latas de cerveza. Tobias toma las latas y me mira y me dice, como justificandose, que los conductores de autobuses tienen que beber cerveza porque pasan mucho calor. Cuando ya tenemos el carro a rebosar nos acercamos a la seccion de libros. Voy abriendo alguno y leo la primera frase. Cuando tenia libros me gustaba subrayar en ellos la primera frase. Hay algunas primeras frases muy malas y nada ocurrentes, pero hay otras que son como fotografias, como la escena esencial de una pelicula, como si mostraran de golpe toda la historia en esa primera frase. Le dije a Tobias, fijate en esta Tobias, escucha esta frase que te voy a leer, y se la leo, Queria olvidar unos amores desgraciados y pense recorrer el mundo en romantica peregrinacion. Le pregunto que le parece y el me dice que bien. Pero se que lo dice por cumplir y porque es muy educado conmigo. Le explico que se trata de la Sonata de Valle Inclan. El me dice que ah, que muy bien y que si lo disculpo un momento que se le habia olvidado un mango de madera para la pala, recuerdas que se rompio, y se va y yo sigo buscando la magia de las primeras frases en cada libro. Cuando nos cansamos, Tobias me dice, les diremos a las chicas que nos lleven la compra a casa, y dejamos el carro en un rincon y nos vamos cogidos del brazo. Vimos una pelea entre unos jovenes debajo de unos portales. Se parecen a los de Saint-Germain l`Auxerrois. Los portales, claro. Los jovenes no se parecian a nada ni a nadie. Los nombres de las calles de Paris no se me olvidam, aunque luego se me olvidan las cosas mas tontas y recientes. Sera alguna especie de fijacion. No soy capaz de retener las calles de aqui y sin embago me acuerdo de la rue Gi^t-le-Coeur o de la rue du Cherche-Midi y de muchas mas. Le dije a Tobias que me gustaria mucho llevarlo un dia al petril del Sena para que pudiera admirar el dialogo de las palomas esperando el sol. Me respondio que vale, que de acuerdo, pero a condinon de que no fueramos en avion. Sonrio y quedo al descubierto su hidropesia. Le dije que cuando estuvieramos en Paris jugariamos a la rayuela, y le explique una vez mas que rayuela era lo mismo que cascajo, un juego al que a mi me gustaba jugar de pequeña y al que jugaba tambien con mi hija Tamar en el patio de las hortensias. Pobre jijita Tamar, que hubiera sido de ella de no haber ocurrido aquel accidente. Y que hubiera sido de mi. Tobias me dice, dejate de tristezas. Le digo que no son tristezas, que son recuerdos de la clase de los recuerdos buenos, que me gustaba mucho jugar al cascajo con mi hijita Tamar. Le explico que ese juego acaba agujereandote los zapatos de tanto darle a la piedra sobre los cuadros de tiza y que a base de jugarlo y jugarlo acaba sacandote de la niñez o metiendote otra vez en ella, eso depende de que lado del tiempo estes cuando lo juegas. El me dice que yo tenia que haber sido profesora porque me explico muy bien. Regresamos con los cuellos levantados y los cuerpos juntos, pasando revista a algunas cosas buenas de la vida u observando en silencio a la gente que se cruzaba. Tobias acabo diciendome con mucho esfuerzo que yo era lo mejor que le habia sucedido, despues del nacimiento y el amor de su hija. Me aprete fuerte contra el y no pude sujetar las lagrimas.>>

Este párrafo me recuerda cuando yo jugaba a la rayuela o cascajo. Una palabra nueva que aprendí ahora mismo, RAYUELA. Voy a tener que comprar el libro, porque se me olvidan los personajes.
Respuestas ya existentes para el anterior mensaje:
Esta novela ya tiene algunos años, posiblemente este ya agotada en las librerias.