Imagine mi nombre, ese nombre que a mi abuela no le decia nada, escrito en una lista junto con otros nombres, y al principio de esa lista imagine muchos nombres de lugares que no conocia, Kosovo, Krajcevisa, Omarska, Ternopolje, Monrovia, Bujumbura, Goma, Kigali, y por encima de aquella lista imagine el espacio exterior de los obuses y la sangre, y tambien el espacio interior de quienes sufrian sin entender nada.
Los que mas me habian querido me habian negado lo mejor de ellos. Eso pense.
Queme todos mis poemas, todas mis libretas y mis diarios, y tanbien queme los escritos de mi madre, y al hacerlo me acorde de Susana, de sus discos de flamenco y de las cicatrices de sus muñecas.
En la reunion de la biblioteca celebraron mi decision con entusiasmo y me dieron un destino. El nombre del lugar no me decia nada. Parecia un nombre inventado para un lugar recien descubierto.
Me fui dudando.
Laura me dijo, te escribire, y yo le dije, claro.