Recordó la
noche en que Juan Damasceno tomó sus manos y la sentó frente a él, en el sillón aborrachado donde Lázaro Alonso repasaba las crónicas de los conciertos de Matilde Revenga. Aquella noche tenía Juan en el rostro un gesto insondable y sus ojos parecian mas negros que de
costumbre.