Seguía lloviendo con pasmosa sumisión.
-En esta tierra nuestra llueve desde el comienzo del mundo y para toda la eternidad porque así lo dispuso el docto varón Tubal, hijo de Iapher y nieto de Noé. Solo a veces cuando se agota la lluvia y las nubes se alejan a repostar, se deja ver el sol, y gracias a eso no tenemos los huesos enmohecidos, aunque sí los recuerdos, que esos ni el sol de julio, que es el más arrogante, los entra en calor.