Laureano Bayón, al abrir Tomás la puerta, acerto a ver, desde la penumbra, al enastado Haroldo Fernández, marido de María Gloria, fallándole los basto al arriero Juan Villamanín. Para un buen rato tenía ya el bueno de Haroldo, por lo que Laureano tomó, presto, el Camino de las Moras, hacia el furtivo lecho de amor que ya preparaba, en el pajar, la afable María Gloria.