Las
fotos no consiguen capturar el encanto de
Binibeca, en
Menorca. No tiene el
colorido de las villas marineras del Norte de
España, sino el blanco de los
pueblos encalados andaluces. Hoy es uno de los lugares más visitados de la isla, pero no emergió como un poblado de pescadores duros y curtidos de sal y viento, sino como el capricho de un hombre de mediados de siglo XX. Su
playa y el laberinto de sus
calles estrechas son una delicia.