Hace ya más de dos años que vengo sufriendo las consecuencias de la llegada de sudamericanos a mi
barrio. Hasta entonces, era un barrio tranquilo, céntrico. En mi rellano, las tres últimas
familias que se han mudado (dos de colombianos y la última creo que de peruanos) nos han hecho la vida imposible:
música estridente a diario y hasta altas horas de la madrugada, basura en la
escalera, peleas, cristales rotos, provocación y un largo etcétera de acciones y actitudes que han hecho que pierda los nervios
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