Bueno, le leyenda de la silla es la siguiente:
Hace algunos años, uno de los obispos destinados a la Catedral del archipiélago, llegó a la ciudad montado en un caballo.
Tras llegar al puerto más importante de las islas, el de Las Palmas, decide encaminarse a la casa que le habían otorgado en su designación como prelado de la diócesis más pujante de todo el Atlántico.
En el trayecto al intentar atravesar el rio que separaba el barrio de Triana del primer asentamiento europeo fuera de las fronteras del continente, decide parar puesto que su montura no se atrevía a realizar el corto trayecto que lo separaba de la catedral.
Desde ese prominente lugar pudo ver que para poder atraverar el rio Guiniguada debía utilizar otro medio que no fuera un caballo.
En ese momento decidió que lo mejor sería que sus lacayos trajeran la silla que de tiempo inmemorial habían utilizado sus antecesores.
La silla del obispo.
La utilizaban no solo para sentarse, sino también para en caso de necesidad pader atravesar el barronco a hombros.
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Hace algunos años, uno de los obispos destinados a la Catedral del archipiélago, llegó a la ciudad montado en un caballo.
Tras llegar al puerto más importante de las islas, el de Las Palmas, decide encaminarse a la casa que le habían otorgado en su designación como prelado de la diócesis más pujante de todo el Atlántico.
En el trayecto al intentar atravesar el rio que separaba el barrio de Triana del primer asentamiento europeo fuera de las fronteras del continente, decide parar puesto que su montura no se atrevía a realizar el corto trayecto que lo separaba de la catedral.
Desde ese prominente lugar pudo ver que para poder atraverar el rio Guiniguada debía utilizar otro medio que no fuera un caballo.
En ese momento decidió que lo mejor sería que sus lacayos trajeran la silla que de tiempo inmemorial habían utilizado sus antecesores.
La silla del obispo.
La utilizaban no solo para sentarse, sino también para en caso de necesidad pader atravesar el barronco a hombros.
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