Situación:
Gran Canaria
Más allá de las PalmasTexto: Ana I. Melgar. Fotos: Elena Rivilla
El centro de Gran Canaria se caracteriza por la complicada y caprichosa forma de sus montañas de origen volcánico. La erosión se deja notar aquí más que en cualquier otra parte de la isla. Ha dibujado barrancos y laderas con cortes radicales, estremecedores, dejando poco espacio a los caminos y carreteras que discurren paralelas a los cañones, abriendo paso a los mejores paisajes.Adentrarse en el centro de la isla es cambiar de continente. No hay ningún indicio que permita imaginar que pocos kilómetros más allá se encuentra el Océano Atlántico, que hay auténticos vergeles, interminables playas, fértiles huertos... horizonte.
Las cumbres de Gran Canaria están despobladas. A lo largo del camino se pueden encontrar, esporádicamente, pequeños núcleos de casas blancas, en línea con el resto de la isla, siempre fieles a los balcones canarios hechos a base de madera tallada. En estos pueblos no parece pasar el tiempo. Así lo demuestra la tranquilidad de sus habitantes, el silencio de sus calles, la grandiosidad de sus montañas.Curvas y más curvas conducen hasta el Roque Nublo, un capricho de la naturaleza, símbolo de Gran Canaria, que se eleva en su centro geográfico, muy cerca del Pico de las Nieves, máxima altitud. Un sendero empinado conduce, tras media hora de camino, hasta la cumbre del Roque Nublo. Entre los árboles se distinguen, a ambos lados de la montaña, metódicos cultivos que revelan la fertilidad de estas tierras. A medida que se asciende, se descubren los frondosos bosques de pinos que pueblan los valles.
Una vez coronado el gran Roque, árido en su cumbre, sorprende, gratamente, una vista inigualable: decenas de perfiles montañosos y almohadas a base de nubes escoltan, tras de sí, perdido en el horizonte, el pico más alto de España: el Teide.Ubicada en el fondo de una ancha caldera está asentada la población de Tejeda, un lugar privilegiado desde el que se contempla otra espectacular panorámica: a un lado el Roque Nublo y a otro el Roque Bentayga. Ambos gigantes despertaban sentimientos religiosos en los primeros pobladores, que los veneraban
Más allá de las PalmasTexto: Ana I. Melgar. Fotos: Elena Rivilla
El centro de Gran Canaria se caracteriza por la complicada y caprichosa forma de sus montañas de origen volcánico. La erosión se deja notar aquí más que en cualquier otra parte de la isla. Ha dibujado barrancos y laderas con cortes radicales, estremecedores, dejando poco espacio a los caminos y carreteras que discurren paralelas a los cañones, abriendo paso a los mejores paisajes.Adentrarse en el centro de la isla es cambiar de continente. No hay ningún indicio que permita imaginar que pocos kilómetros más allá se encuentra el Océano Atlántico, que hay auténticos vergeles, interminables playas, fértiles huertos... horizonte.
Las cumbres de Gran Canaria están despobladas. A lo largo del camino se pueden encontrar, esporádicamente, pequeños núcleos de casas blancas, en línea con el resto de la isla, siempre fieles a los balcones canarios hechos a base de madera tallada. En estos pueblos no parece pasar el tiempo. Así lo demuestra la tranquilidad de sus habitantes, el silencio de sus calles, la grandiosidad de sus montañas.Curvas y más curvas conducen hasta el Roque Nublo, un capricho de la naturaleza, símbolo de Gran Canaria, que se eleva en su centro geográfico, muy cerca del Pico de las Nieves, máxima altitud. Un sendero empinado conduce, tras media hora de camino, hasta la cumbre del Roque Nublo. Entre los árboles se distinguen, a ambos lados de la montaña, metódicos cultivos que revelan la fertilidad de estas tierras. A medida que se asciende, se descubren los frondosos bosques de pinos que pueblan los valles.
Una vez coronado el gran Roque, árido en su cumbre, sorprende, gratamente, una vista inigualable: decenas de perfiles montañosos y almohadas a base de nubes escoltan, tras de sí, perdido en el horizonte, el pico más alto de España: el Teide.Ubicada en el fondo de una ancha caldera está asentada la población de Tejeda, un lugar privilegiado desde el que se contempla otra espectacular panorámica: a un lado el Roque Nublo y a otro el Roque Bentayga. Ambos gigantes despertaban sentimientos religiosos en los primeros pobladores, que los veneraban