Tanto la basílica como la catedral son dos de las construcciones arquitectónicas más importantes en la Historia del Arte en general y, concretamente, en la religión cristiana.
La basílica existía ya como tal previa a la existencia de la religión cristiana. Era un edificio público realmente llamativo y de gran tamaño. Tras la conversión de los romanos al cristianismo, se utilizaron como lugar donde transmitir la religión, conservando de todas formas sus características arquitectónicas incomparables.
En la actualidad existe una diferencia entre basílicas mayores y basílicas menores. Las primeras son las 7 originales del Imperio Romano. Hoy en día sólo se conservan 4: Basílica de San Juan de Letrán, Basílica de San Pedro del Vaticano, Basílica de Santa María la Mayor y Basílica de San Pablo Extramuros.
La catedral, por su parte, es el edificio religioso en el que tiene lugar la sede o cátedra del obispo. Por tanto, es el lugar designado para este título religioso, desde el que dicha persona podrá llevar a cabo los ritos religiosos de la fe cristina.
Una catedral es, por sí misma, la iglesia principal de cada diócesis, de ahí su reducido número, que debe ser designado según la administración eclesiástica para cada zona. Arquitectónicamente pueden ser más imponentes, si cabe, que una basílica corriente.
La basílica existía ya como tal previa a la existencia de la religión cristiana. Era un edificio público realmente llamativo y de gran tamaño. Tras la conversión de los romanos al cristianismo, se utilizaron como lugar donde transmitir la religión, conservando de todas formas sus características arquitectónicas incomparables.
En la actualidad existe una diferencia entre basílicas mayores y basílicas menores. Las primeras son las 7 originales del Imperio Romano. Hoy en día sólo se conservan 4: Basílica de San Juan de Letrán, Basílica de San Pedro del Vaticano, Basílica de Santa María la Mayor y Basílica de San Pablo Extramuros.
La catedral, por su parte, es el edificio religioso en el que tiene lugar la sede o cátedra del obispo. Por tanto, es el lugar designado para este título religioso, desde el que dicha persona podrá llevar a cabo los ritos religiosos de la fe cristina.
Una catedral es, por sí misma, la iglesia principal de cada diócesis, de ahí su reducido número, que debe ser designado según la administración eclesiástica para cada zona. Arquitectónicamente pueden ser más imponentes, si cabe, que una basílica corriente.