A comienzos del siglo XVIII, se tiene la seguridad de que los ataques corsarios han remitido, algo que se refleja en el templo por el número de nuevas obras que comienzan en ese siglo. Se construye un
altar mayor, se adquieren alhajas y lienzos y se renuevan casi todos los
retablos. En 1744, se inicia una de las grandes ampliaciones del templo, la construcción de la
capilla del Pilar (F) (*), a la que siguió la del Rosario (1755) (I), que eliminó la vieja sacristía. Para estas obras se trajeron de
Tenerife numerosos albañiles y maestros, tantos como nunca vio reunidos la isla al mismo tiempo.