Si vas al norte, en
Vallehermoso, de repente, al doblar un recodo del
camino, verás aparecer el Roque Cano, como un
gigante que quisiera sorprenderte con su cuerpo recio y oscuro, húmedo. Entonces sabrás, sin que nadie te hable, que estás en un lugar distinto, en un
paisaje nuevo, mágico, como si la Tierra se hubiera enfriado hace segundos.