La escritura de dotación de la ermita pasó ante el escribano Andrés de Huerta el 19 de abril de 1692. El fundador hipotecó a perpetuidad varias propiedades, una de ellas la que constituía las casas de su habitación con tanque y huerta, ubicada al otro lado del camino real, frente a donde se habían iniciado las obras. Estas escrituras de compromiso tenían por objeto garantizar el mantenimiento de los templos particulares, sus ornamentos, arreglos necesarios, etc.
La ermita no se terminó entonces. Como quedó sin cubrir de madera y tejas, María Toledo, viuda del alférez Salvador Fernández, por falta de medios económicos, cedió, renunció y traspasó todo el dominio, acción y derecho de Patronato que poseía sobre el templo, al capitán de Caballos Corazas don Juan Agustín de Sotomayor y Massieu con la condición de que acabara y perfeccionara el inmueble, en virtud de documento suscrito en Los Llanos, ante el escribano Francisco Nieves, el 12 de enero de 1722. En este mismo año se suscitó un largo litigio sobre los bienes de la fundación entre el nuevo propietario y María Rosa de León, viuda del alférez Juan de Acosta, de Tazacorte, que los disfrutaba.
La ermita no se terminó entonces. Como quedó sin cubrir de madera y tejas, María Toledo, viuda del alférez Salvador Fernández, por falta de medios económicos, cedió, renunció y traspasó todo el dominio, acción y derecho de Patronato que poseía sobre el templo, al capitán de Caballos Corazas don Juan Agustín de Sotomayor y Massieu con la condición de que acabara y perfeccionara el inmueble, en virtud de documento suscrito en Los Llanos, ante el escribano Francisco Nieves, el 12 de enero de 1722. En este mismo año se suscitó un largo litigio sobre los bienes de la fundación entre el nuevo propietario y María Rosa de León, viuda del alférez Juan de Acosta, de Tazacorte, que los disfrutaba.