Ambos
caseríos estuvieron siempre muy aislados, con lo cual se dan unas ciertas peculiaridades en sus
costumbres, lenguaje, gastronomía, etc. La vida gira en torno a la
pesca, destacando las "salemas jareadas",
pescado secado al sol para posterior consumo (como forma de conservar los excedentes).
La
agricultura gira en torno a pequeños "viñedos enarenados". Cada viñedo se planta en un agujero en el suelo y cada uno de ellos lleva un muro de
piedra en la dirección del viento, para protegerlo. El suelo se cubre con piedra volcánica negra (lapilli) para que se cuele el rocio
nocturno y el sol diurno no pueda evaporar las únicas
aguas que los viñedos reciben. Además se da la calabaza, la
sandía y ciertas legumbres, como el chícharo (especie autóctona).