Esta última isla era percibida con expectativas complicadas para poder ser conquistada. Esta percepción existía desde la llegada de los conquistadores europeos, siendo denominada Isla del Infierno, como indicaban los cronistas de Le Canarien, quienes consideraban que sus habitantes mostraban mayor osadía que otros isleños, fama que les hace confesar que «ni sus compañeros ni otros por él conocidos habían jamás atacado esta isla», aunque también hablaban habiéndola conocido menos. En 1464, antes de la conquista de
Gran Canaria, ya el Señor de
Canarias, Diego García de Herrera, pretendió someter a los guanches. Ante su incapacidad, desarrolló una estrategia de acercamiento a través del Acta del Bufadero. Consistió en firmar con los nueve menceyes, o dirigentes guanches, un tratado de paz que le permitía construir una
torre. Sin embargo, por incumplimiento de lo acordado, ocho años más tarde (1472), los guanches expulsaron a los europeos de la isla.