Según las
fuentes contemporáneas, las moradas del mencey de Anaga se encontraban en las
cuevas de Aguaite, en Los Campitos, así como en el
valle de
San Andrés. Viana relata que Acaimo y Beneharo habían estado en guerra con el mencey Bencomo de Taoro durante más de treinta años a causa de haberse casado este con Hañ
agua, a quien también habían pretendido los caudillos de Tacoronte y Anaga, haciendo las paces poco antes de la llegada del
ejército conquistador al mando de Alonso Fernández de
Lugo en 1494. El mencey Beneharo pactó paces en 1492 con Lope de Salazar, quien había sido enviado por el gobernador de
Gran Canaria Francisco Maldonado. Sin embargo, a la llegada de Alonso Fernández de Lugo en 1494 hubo de enviar el conquistador a Fernando Guanarteme a concertar nuevas paces, pues pocos meses antes se había cometido una incursión esclavista en Anaga, haciendo que el mencey retirara su apoyo a los europeos. Gracias a las negociaciones del antiguo guanarteme de Gáldar, y a que Alonso había traído consigo a los guanches esclavizados, Beneharo renovó las paces, manteniendo una actitud de neutralidad durante la campaña
militar. Concluida la conquista, Beneharo fue llevado a
España por Alonso Fernández de Lugo para ser presentado ante los Reyes Católicos junto con el resto de menceyes. Retornó luego a
Tenerife, pero fue desterrado en 1497 a la isla de Gran Canaria por mandato real, estableciéndose en Arguineguín junto a un nutrido grupo de guanches de Anaga entre los que se encontraban dos de sus hijos. Esta «colonia» guanche continuó manteniendo su estilo de vida tradicional a pesar de las quejas de sus vecinos. El mencey presentó quejas a la Corte contra Alonso Fernández de Lugo a raíz de que este no le dejó llevarse a Gran Canaria sus
ganados y a dos esclavos parientes suyos que previamente había
comprado. Volvería a Tenerife años más tarde, pues aparece como testigo de algunos actos protocolarios entre 1522 y 1525.