El historiador tinerfeño José de Viera y Clavijo describe
Candelaria a finales del siglo xviii de la siguiente manera: El
convento está contiguo a un alto risco por la espalda, y por los otros 3 costados vallado con una estacada o rastrillo que le hace plazuela. En un ángulo, a la orilla del
agua, se ve un
castillo con alguna artillería de bronce. En lo alto del referido risco hay una
escalera abierta a pico, para retirar la imagen y el tesoro en caso de invasión, o para entrar socorro al castillo. La comunidad es como de 25 religiosos, y hay celdas destinadas para huéspedes y romeros, además de la grande hospedería y
casas del
ayuntamiento para las célebres
fiestas de febrero y agosto. Se puede decir que este
Santuario está en desierto, bien que un poco más arriba hay una
iglesia ayuda de
parroquia de
Güímar con un teniente, y muchas casillas y
cuevas habitables. El vecindario es de 1895 personas, algunas en los pagos de
Barranco Hondo, Gueste, Araya y
Arafo. Por lo general, todos estos vecinos de Candelaria son pescadores, y las mujeres olleras, que se ocupan en aquellos graciosos búcaros y barros que tanto se estiman aún fuera de las islas. Hay 3
ermitas, de que cuidan los mismos religiosos por donación antigua:
San Blas, en la
cueva donde estaba la
santa imagen en tiempo de los infieles, la Magdalena y Santiago. José de Viera y Clavijo fue un sacerdote católico, historiador, biólogo y escritor español, reconocido como el máximo exponente de la Ilustración canaria.