En 1596, el rey Felipe III se declaró protector y patrono de la
Virgen de
Candelaria, cargo que mantuvieron sus sucesores. El monarca, tras subir al trono, se declaró patrono del
Convento Real de Nuestra Señora de la Candelaria, de ahí el rango de "Real" que lleva el
santuario desde entonces. A mediados del siglo XIX la Ley de Desamortización de Mendizábal, obligó a los religiosos a dejar los
conventos, las
iglesias y los bienes que poseían. Los bienes pasaron al Estado y los religiosos se tuvieron que trasladar a la Península Ibérica. Más tarde los dominicos pudieron volver, el 9 de julio de 1922, los padres Angel Peinador y Benjamín Gutiérrez tomaron posesión del santuario y de su convento.