La capital
palmera fue saqueada e incendiada, suceso que tuvo un gran impacto en la población de las islas. A raíz de este acontecimiento creció el temor a los ataques de la piratería y el Cabildo de
Tenerife inició una serie de gestiones ante la Corona para poder continuar y ampliar las obras de la fortificación, aunque sin mucho éxito. No sería hasta el año 1575, durante el reinado de Felipe II, cuando se concedió la Real Cédula que contenía la Instrucción, redactada por el Capitán General de Artillería don Francés de
Alava, que autorizaba la construcción de una fortaleza mayor y mejor equipada. Felipe II de
España, llamado «el Prudente», fue rey de España desde el 15 de enero de 1556 hasta su muerte, de Nápoles y Sicilia desde 1554 y de
Portugal y los Algarves —como Felipe I— desde 1580, realizando la tan ansiada unión dinástica que duró sesenta años. Fue asimismo rey de Inglaterra e Irlanda iure uxoris, por su matrimonio con María I, entre 1554 y 1558. Le correspondió la realización de estas ampliaciones al corregidor Fabián Viña Negrón, que sufragó parte de las obras y consiguió a cambio la alcaidía vitalicia de la fortaleza, así como el derecho de herencia para sus sucesores. Aun así, ya antes de la muerte de éste empezaron los pleitos entre algunos de sus familiares por conseguir el cargo de alcaide. El alcayde o alcaide era, desde la Edad Media, el gobernador o el máximo jefe
militar y oficial jurisdiccional de un alcázar,
castillo o fortaleza. Sus facultades eran de diferente orden y se extendían tanto a la jurisdicción civil como a la criminal, tanto al gobierno militar como al político. Esta situación se dilató durante unos años en los que, aún con estos problemas de gobierno, se continuaron las obras y la dotación de armamento de la
torre: si en 1552 sólo contaba con "una pieza de artillería", nos encontramos conque en 1589 ya se contabilizan "siete piezas de artillería de hierro... cinco piezas de hierro colado y tres cañones de campaña.. Es en 1587 cuando se consideran terminadas las sucesivas obras y se puede decir que, con excepción de algunas pequeñas reformas, la edificación tiene ya el aspecto que conserva hoy en día.