De ahí su barroquismo, amén de lo grueso de la talla, severo si se quiere, pero, por ello mismo, diferenciadora y claramente isleño. Y arriba, entre la curva y contracurva de los aletones del ático y en el remate, una vez más, tupida y con apariencia de unidad del trópico. Mientras el rico dorado va destacando aquí sobre fondos rojos, y sobre fondos verdes en los entrepaños. En 1830 se realizó la maravillosa joya de orfebrería lagunera, que constituye el
altar con su frontal, el sagrario y el manifestador hasta el límite superior del primer cuerpo en su
hornacina central, y que con la blancura de su plata colabora en hacer resaltar mucho más la espléndida policromía y el dorado del conjunto.