LA CRIPTA DEL CAMERIN: (Textos de Emeterio Gutiérrez López sobre una leyenda popular de Icod). El que entre en la
Iglesia del ex-
Convento Agustino de esta Villa, encontrará a su izquierda una pequeña nave lateral, o
capilla, con dos
altares y
retablos, el de S. Agustín y el que antiguamente se llamó de la Soledad. Al extremo de este último y en la pared que forma el ángulo superior de la nave, verá, sobre un escalón de
piedra, una ancha y elevada
puerta, casi siempre cerrada, que franquea la entrada a una espaciosa sala rectangular, de techo elevado y paredes desnudas de todo
adorno, que recibe luz por un achatado y pequeño
ventanal desde donde se admira el
campo en que se asientan los altos y recios muros del viejo
monasterio. Dicha sala, construida para juntas de la Cofradía de la Soledad, según la voluntad del fundador Fernando de Montiel, Prior de la misma y que desde hace tiempo ha venido destinada a depositar tronos de imágenes y para adornar éstas en vísperas de festividades, se la conoce en este
pueblo con el nombre de El Camarín, y a ella iba el que estas líneas escribe en los años de su ya lejana niñez, en unión de otros, como él, curiosos e inquietos rapaces, a ayudar a sacristanes y monaguillos en la distraída tarea de colocar
flores de trapo y olorosos pebetes en las basas de los
santos y trabar con alfileres sus amplias vestimentas de terciopelo.