El agujero por el que estamos mirando tendrá unos seis pies de ancho por dos o tres de alto. Ningún sonido rompe el silencio, salvo el crujido que producen los lagartos al entrar y salir deslizándose por entre las hojas secas y las ramitas. EL PANTEÓN DE LOS MENCEYES GUANCHES DE ICODEN: Regresando por donde vinimos, bajo la luz fantasmal de las antorchas de
pino, nos arrastramos una vez más hasta salir de la fresca caverna, a través de la estrecha entrada, hasta la luz y el calor del Sol. Una jarra de barro llena de
agua y un recipiente de latón viejo y deforme que se encontraban a la
puerta de la choza del viejo se convirtieron en el más exuberante néctar y el más fino de los cuencos para beber. Llegamos a la
fonda sobre las diez de la mañana a desayunar. Éste era nuestro primer encuentro con las horas de
comida españolas y nunca más volvimos a trabajar voluntariamente durante tres horas, tras levantarnos, sin antes haber probado bocado. (
Fuente: El Libro EL PLANETA
TENERIFE de Olivia Stone, su visita a Icod fue aproximadamente por 1883