Cada año invitan a algún para que realicen una alfombra pequeña en una parte de la
plaza. Ese año los invitados fueron los monjes budistas, que realizaron su alfombra con figuras de mandala sobre una madera redonda, puesto que no querían que la pisaran durante la
procesión del
Corpus. Una vez pasada la procesión, esa madera redonda con su alfombra la llevaron a la
playa para que el
mar la destruyera.