En efecto, las restricciones impuestas por el monopolio andaluz al
comercio con la América española, la prohibición del comercio directo con las colonias inglesas de ultramar decretado en 1663 por Inglaterra, así como las ventajas concedidas por la misma Inglaterra a los vinos portugueses, provocaron una seria crisis, siendo más aguda en
Tenerife por su fuerte dependencia de la vid. No obstante, las grandes extensiones de tierras, las fortunas amasadas en décadas anteriores y la elegante cultura europea de sus élites, permitieron que la Villa continuara gozando como centro económico y cultural privilegiado. Y el vino, aunque dejó de tener la importancia de antaño, siguió siendo la base del poderío económico y cultural de la oligarquía local.