Sus
plazas, como la de Nuestra Señora de la Luz,
Calvario y Placeta, armonizan la estructura urbana. En la década de los cincuenta y, según Pedro de Oliva, el lugar contaba con 961 habitantes y éstos tienen como principal trabajo el
campo, basándose la actividad económica, lógicamente, en la
agricultura,
ganadería y explotación de
montes y
aguas. La producción agrícola tuvo como fundamento el cereal, la ganadería contó con 713 cabezas distribuida entre el
ganado cabrío,
vacuno, lanar y
porcino; mientras la explotación de aguas en el
monte fue notable, así como la de leña. A finales del siglo XIX, se inició una reconversión agraria concentrada en la expansión del cultivo del plátano que estuvo acompañado por una sobresaliente cabaña ganadera. El auge económico propició un aumento poblacional que originó el levantamiento masivo de viviendas, 317
edificios clasificados en 165 de un piso en poblado y 90 en despoblado, 44 de dos pisos en poblado y 17 en despoblado; y uno de tres pisos. Todo ello contribuyó a las mejoras en infraestructura básica en los
barrios de Tierra del Trigo y
Erjos:
agua potable, luz eléctrica y apertura de
caminos y
calles que se hizo extensivo a todo el lugar.