Masca siempre fue un rinconcito escondido y olvidado, de polvorientos
caminos al que la elemental electricidad llegó hace poco y que durante años solo tuvo una
vía de comunicación con el exterior, el
Camino de los Guanches, que conectaba Masca con
Santiago del Teide, quizá debido a este “olvido” es que mantiene su increíble encanto de antaño. Pero ser un rinconcito pequeño no le ha impedido poseer valiosos tesoros como la
casa de los Avinculados en el
Caserío de
Piedra, una pequeñísima
iglesia que data del siglo XVIII, también un pequeño pero hermoso y singular
museo y un centro de
artesanía, que se encuentran asentados en una de las
casas del núcleo. Cuenta la leyenda que la
historia de este
pueblo está íntimamente ligada a los piratas los cuales se escondían en un roque utilizado como
santuario aborigen guanche en los que no lejos del caserío se han encontrado restos arqueológicos con grabados rupestres que dan fe de las ofrendas que realizaban los guanches a las entidades divinas que veneraban, siendo de esta manera un lugar sagrado y que es percibido rápidamente por aquellos que se adentran en los
senderos que acercan a este paraje, y en el que por su carácter de sitio apartado y solitario los piratas se mantenían ocultos ya que no podían ser vistos desde el
mar y donde al parecer mantenían sus tesoros, reparaban sus naves y descansaban entre sus campañas marítimas.