Octubre de 2006.
Llegué a Masca siguiendo los instrucciones y recomendaciones de uno de los chicos que llavan el albergue de los Montes de Anaga (por cierto muy recomendable). Iba sóla, con un coche alquilado y mientras recorría aquella estrecha y sinuosísima carretera de montaña, pensé que me había equivocado embarcándome en una aventura algo ariesgada. Todo temor desapareció al contemplar tan magnífico espectaculo. Allí estaba Masca, como detenida en el tiempo. Entre montañas -algunas escasas de vegetación y otras recubiertas de ella- que formaban un ángulo en forma de "v" al fondo de tan maravilloso paisaje, dando paso a un trozo de mar plateado y en calma. Mi corazón comenzó a cabalgar más rapidamente, mis ojos se abrían cada vez más, mis labios esbozaban una extraña forma entre sonrisa y embobamiento, mi piel se erizó. Todo mi ser quedó profundamente enamorado de lo que estaba teniendo la surte de contemplar en aquel momento. Quedé prendada (privada, como dice algún que otro canario) de aquel lugar. Ojalá, que no lo roce ni el viento, que no cambie ni uno sólo de sus detalles. Ojalá que se conserve imperturbable, tal cual, a lo largo de los tiempos para que todos puedan disfrutar y gozar de él como lo hice yo. Gracias Masca por existir.
Llegué a Masca siguiendo los instrucciones y recomendaciones de uno de los chicos que llavan el albergue de los Montes de Anaga (por cierto muy recomendable). Iba sóla, con un coche alquilado y mientras recorría aquella estrecha y sinuosísima carretera de montaña, pensé que me había equivocado embarcándome en una aventura algo ariesgada. Todo temor desapareció al contemplar tan magnífico espectaculo. Allí estaba Masca, como detenida en el tiempo. Entre montañas -algunas escasas de vegetación y otras recubiertas de ella- que formaban un ángulo en forma de "v" al fondo de tan maravilloso paisaje, dando paso a un trozo de mar plateado y en calma. Mi corazón comenzó a cabalgar más rapidamente, mis ojos se abrían cada vez más, mis labios esbozaban una extraña forma entre sonrisa y embobamiento, mi piel se erizó. Todo mi ser quedó profundamente enamorado de lo que estaba teniendo la surte de contemplar en aquel momento. Quedé prendada (privada, como dice algún que otro canario) de aquel lugar. Ojalá, que no lo roce ni el viento, que no cambie ni uno sólo de sus detalles. Ojalá que se conserve imperturbable, tal cual, a lo largo de los tiempos para que todos puedan disfrutar y gozar de él como lo hice yo. Gracias Masca por existir.