A Torriani le debemos la primera cartografía individualizada de las islas y una gran cantidad de gráficos y dibujos que han convertido su obra en un pilar fundamental de la historiografía canaria. En su narración de su ascenso al Teide se refleja su preocupación por comprender el volcán. Al igual que Thomas Nichols inicia su descripción de
Tenerife por el Teide: «... En aquella altura es excesiva la humedad, que apremia de tal modo la cabeza, que considero (por aquello que yo mismo experimenté), que nadie podría vivir allí veinticuatro horas. El
pan fresco y otros alimentos que se suben arriba, en el acto se ponen tan duros como
piedras; y he visto algunos campesinos que, para poderlos
comer, ponían el pan para ablandarlo, en los agujeros del fuego, que son en número infinito en aquella llanura, y también en la parte de fuera, en dirección del Levante. En esta altura la tierra es pastosa y blanda, y de tal
naturaleza que, sin darse uno cuenta, enciende los
trajes, si se le acerca demasiado; y en las partes más secas, teniendo un poco la mano allí, sale
agua clara y caliente. Encima hay vientos muy fuertes y muy secos, sin ninguna humedad durante el mes de junio; de lo cual inferí que está en la parte más alta de la primera región del aire, donde las exhalaciones secas andan dando vuelta...»