En el mundo clásico, el Teide despertó una gran fascinación. Así, el historiador griego Heródato hace mención en dos ocasiones al Teide: “ (…) El Atlante es descollado y como figura cilíndrica. Se afirma que es tan alto que no se puede ver su cumbre por estar cubierto siempre de nubes en el
invierno y en el
verano, y sus habitantes le llaman la
Columna del
Cielo (…)”. El otro relato de Heródoto dice así: “ (…) Hay en aquellos mares un
monte llamado Atlante, el cual es alto, rotundo y tan eminente, que no se puede divisar bien su cumbre (…)”. Plinio El Viejo, escritor
romano (24-79 d. c.), en su obra llamada “
Historia Natural”, menciona la
nieve que vieron los enviados de rey Juba II a las islas: “ (…) Ninguaria recubierta de nubes que recibió este nombre por sus nieves perpetuas (…)”. Durante el Renacimiento, muchos historiadores y aventureros comienzan a identificar y relacionar a las islas atlánticas con los restos de la Atlántida y el Teide con el Monte Atlas, representando las Islas
Canarias las partes más altas del continente hundido. El Teide, por su imponente altitud, fue considerado durante la época de expansión europea, como la
montaña más alta del mundo, dado que se utilizaba como
faro en la navegación por el Océano Atlántico hacia el sur, tanto por navegantes españoles, portugueses y británicos.