(Ñames de La Hacienda)
Pronto llegarán también las
castañas, que ya aparecen en las ventas por sacos, y las cajas de sardinas saladas, los plátanos guisados y los primeros vinos de la zona.
En el
salón de Francis se junta mucha gente los fines de semana. La voz corre raudamente y empiezan a llegar gentes de un lado y otro de la isla para probar los primeros ñames, su vino blanco y el
pescado salado compuesto, como enyesque para poder camuflar ante la Guardia Civil los eflujos de los alcoholes de la uva.
Y es que hasta no hace mucho,
Santa Catalina se llenaba en sus
fiestas de ventorillos improvisados en los
salones de las
casas del
barrio. Se asaban pinchos, se bebía vino casero y se amenizaba la
noche con alguna improvisada parranda que amanecía en el barrio dando la serenata.
Eran otros tiempos y todo cambia, no sé si para mejor o peor, lo cierto es que hay cosas que aún se resisten a desaparecer. Mientras tengamos los ñames en La Hacienda, las manos de Francis, y las ganas de seguir consumiendo estos productos -pues la
comida también forma parte de nuestra cultura-, podemos decir que parte de nuestra
historia, de nuestra vida, no morirá.