La verdad es que a todo santacatalinero "el poli" fue un referente en el barrio. Yo siempre lo consideré como una cancha deportiva que, exceptuando los vestuarios, no tenía nada que envidiar a las de los pueblos cercanos.
Continuando con lo que comentaba Fernando, no hay que olvidar también a los equipos de futbol sala como el Atlántida, el Natero y el Cucaina. No recuerdo más en estos momentos.
Por comentar alguna anécdota, muchos se acordarán cuando Fernando, el de "Toya", entrenaba a conjuntos de chic@s del barrio de diferentes categorías inferiores en el polideportivo y como él era el único, o de los pocos, que tenía una lleve de el cuartito donde estaban todos los instrumentos para controlar los "focos" del polideportivo, pues unas veces alguno de nosotros íbamos a su casa y otras, ya sea porque no estaba o por que se negaba a dárnosla, pues ingeniábamos, con "verga" (alambre) sobre todo, unos instrumentos para poder abrir, desde las pequeñas aberturas que había entre las diferentes baldas de madera que tenían en su puerta, la puerta y encender los “focos”. Luego como nadie quería ir a apagarlos cuando terminaba el partido, todos salían corriendo para que el último tuviese que ir hasta ese lugar a apagarlos, ¡que malos que éramos! Por ese motivo más de una noche se quedaron encendidos.
Continuando con lo que comentaba Fernando, no hay que olvidar también a los equipos de futbol sala como el Atlántida, el Natero y el Cucaina. No recuerdo más en estos momentos.
Por comentar alguna anécdota, muchos se acordarán cuando Fernando, el de "Toya", entrenaba a conjuntos de chic@s del barrio de diferentes categorías inferiores en el polideportivo y como él era el único, o de los pocos, que tenía una lleve de el cuartito donde estaban todos los instrumentos para controlar los "focos" del polideportivo, pues unas veces alguno de nosotros íbamos a su casa y otras, ya sea porque no estaba o por que se negaba a dárnosla, pues ingeniábamos, con "verga" (alambre) sobre todo, unos instrumentos para poder abrir, desde las pequeñas aberturas que había entre las diferentes baldas de madera que tenían en su puerta, la puerta y encender los “focos”. Luego como nadie quería ir a apagarlos cuando terminaba el partido, todos salían corriendo para que el último tuviese que ir hasta ese lugar a apagarlos, ¡que malos que éramos! Por ese motivo más de una noche se quedaron encendidos.