Otro gran espaldarazo fue la ley de
Puertos Francos de 1852, con un régimen fiscal propio, donde el
puerto de
Tenerife se convirtió en lugar de avituallamiento en la colonización europea de África y de América. La etapa Franquista fue una época oscura para
Santa Cruz, puesto que con la autarquia que reinaba en
España, no se podía exportar ni importar nada desde España y el puerto perdió gran parte de su furor comercial. En las últimas décadas el puerto de Santa Cruz ha perdido fuelle con respecto al de Las Palmas de
Gran Canaria, pero hoy en día la ciudad conserva un gran dinamismo comercial.