El adelantado Alonso Fernández de
Lugo inició la conquista de
Tenerife el 1 de mayo de 1494 después de varios intentos fallidos. Tenerife era la única isla no conquistada por entonces, después de que el propio Fernández de Lugo hubiera dirigido la colonización de
Gran Canaria y
La Palma. Los propios Reyes Católicos impulsaron esta campaña que se prolongó durante dos años y que comenzó con el desembarco de los castellanos en la costa de
Santa Cruz de Tenerife, muy cerca del casco histórico de la ciudad. Por entonces la isla estaba dividida en nueve reinos gobernados por menceyes: Cuatro de ellos pactaron con los conquistadores, pero otros se resistieron. La expedición castellana estaba formada por varios centenares de personas, entre españoles y canarios de otras islas, y desde un primer momento establecieron dichos pactos amistosos con los llamados reinos de paces: Güímar, Adeje, Abona y Anaga. Acampados en La
Laguna de Aguere, en un lugar que desde entonces recibe el nombre de Gracia, se entrevistaron con el líder de los reinos de guerra, Bencomo. Ante la exigencia de sumisión del Adelantado, el mencey Bencomo contestó que si venía en son de paz fuera bienvenido, y que en caso contrario abandonara la isla o habría lucha.