Desoyendo la advertencia del líder guanche, los españoles se adentraron hasta el
Valle de La Orotava en busca de
ganado. Al regresar, fueron emboscados y derrotados por los aborígenes en la conocida batalla del barranco de Acentejo. Esto hizo retroceder a los conquistadores a
Gran Canaria, si bien regresaron en 1495 y se impusieron por la fuerza después de derrotar al
pueblo guanche en las batallas de La
Laguna y La Victoria de Acentejo. Una epidemia de peste que afectó a la población guanche disminuyó notablemente la población aborigen. Finalmente en febrero de 1496, la isla de
Tenerife pasó a formar parte de la Corona de Castilla. Muchos de sus habitantes fueron convertidos en esclavos, a pesar de que en 1434 el Papa Eugenio IV había prohibido el
comercio de esclavos con habitantes de las islas
Canarias. Las últimas operaciones de la conquista se limitaron a destruir la escasa resistencia que quedaba en Tenerife, a capturar esclavos y reunir ganado. En 1511 se ordenó la puesta en libertad de los guanches cautivos.