El sitio que ocupa esta
iglesia, ha sido desde el inicio de la Conquista, territorio sagrado para el cristianismo, ya que desde fechas tan tempranas como 1520 data una primera
capilla bajo la advocación de Santiago donde hoy está la Iglesia. La definitiva que hoy contemplamos hunde sus cimientos en 1679 y ha sido restaurada en muchas ocasiones y llama la atención de quien pase por delante de ella, obligándolo a detenerse, por el contraste entre la negra
piedra y el blanco de las paredes. Pero el contraste no acaba ahí, ya que ese frío exterior, esconde un
colorido interior que me recordó muchísimo al precioso primitivismo mexicano. Multitud de imágenes llenan, literalmente la iglesia, aunque la más querida y la más accesible, al estar colocada a nivel de suelo, prácticamente es la de Santiago Apóstol. Si salimos de nuevo, y tenemos la suerte de estar en
fiestas, vemos otra afinidad con las tierras americanas, los
adornos hechos de papel y
flores que llenan la iglesia y la
plaza. Y un último detalle, el
tejado no es tal, sino un conjunto de
cúpulas de estilo árabe que completan y dan encanto a este templo precioso.