Está en uno de los
acantilados más atractivos de la costa norte, a unos 150 metros sobre el nivel del
mar, con una profundidad de 30 metros y al borde de la intersección de las urbanizaciones de
Los Ángeles y La
Primavera, desde donde se vislumbra la inmensidad del Atlántico, a la altura de la
bahía de Los Parrales. Esta
cueva natural, llena de
historia, magia y encanto, citada por escritores, como Luis Ortega Abraham, en múltiples libros, formó parte del hogar y
refugio de los aborígenes guanches, de los cuales se hallaron restos arqueológicos hoy depositados en el
Museo de la
Naturaleza y el Hombre. De origen volcánico, era más profunda pero por motivo de los desprendimientos quedó reducida. Posteriormente, la
finca perteneció al parecer a la
familia Ascanio Monteverde, y a finales del siglo XIX fue comprada por un matrimonio belga. En la actualidad conserva la figura de dos personas mayores en el fondo de la cueva en regular estado, cuya autoría data de mediados del siglo XVIII. Aún se conservan, aunque no en muy buen estado. Debido a la belleza y singularidad del paraje, se han rodado varias películas en esta famosa cueva que, a pesar del tiempo, conserva la atmósfera misteriosa de un lugar especial que guarda en silencio los recuerdos y las más antiguas leyendas sauzaleras.