El extremo nororiental de la isla canaria de
Tenerife es un inmenso
parque natural en el que los hombres y mujeres se han adaptado a la perfección a las condiciones que impone el medio. A espaldas de la ciudad de
Santa Cruz reverdecen los
montes. Desde las cornisas más altas pueden verse los
edificios y el
puerto; y las
calles, las avenidas, las
playas, las olas romper contra los cantiles… Pero a casi 1.000 metros de altitud, todo parece mucho más lejano que lo que realmente está. Es otro mundo. Un microcosmos marcado por las
nieblas y los vientos. Esta zona de la isla canaria de Tenerife tiene algo de especial; como si fuera una isla dentro de la propia isla. La Península de Anaga es una estrecha franja de tierra que ocupa el extremo nororiental del territorio insular. Una pared de
montañas que caen a pico hasta el
mar formando una barrera infranqueable para los elementos. Y ese es, precisamente, el secreto de este espacio natural único.