Las
montañas, que en las inmediaciones de Las
Casas de la Cumbre, superan los 950 metros, capturan la humedad que los vientos alisios transportan desde las regiones centrales del Océano Atlántico. Las laderas que dan al norte quedan empapadas con un aporte de
nieblas casi continuo que crea un ecosistema único. Laurisilva se llama este bosque de apariencia mágica. Una esponja de
árboles, helechos, matorrales y musgos que traslada al viajero a tierras de cuentos y leyendas. Bosque que, antaño, cubrió toda la
cuenca mediterránea y que hoy sólo encuentra
refugio en
Canarias, Madeira y Azores. Una buena red de
carreteras y un intrincado sistema de
senderos bien señalizados y habilitados permite la exploración a fondo de este
Parque Natural de más de 14.400 hectáreas. La
excursión merece la pena y debería ocupar al menos una jornada de cualquier viaje a
Tenerife.