La Belleza del sencillo templo
románico que todavía hoy acoge las plegarias y las celebraciones tristes o alegres de un buen número de fieles, evoca los tiempos antiguos de un
pueblo pequeño y trabajador, -forzado seguramente por los feudales de turno- el cual ponía su vida y su trabajo bajo la advocación de una Providencia en la cual confiaba ciegamente. Y podemos imaginar el repique de las
campanas invitando alegremente a un
bautizo; también, pero, doblando solemnemente cuando la muerte había pasado segando entre los
molinos y las masías de los alrededores.