De todas maneras, aunque tengamos que soportar la contaminación de la Celsa, que agradable sería el poder no verla.
Yo me conformo con que fuera cercada por decenas de altos
árboles, de esa manera no vería aparecer el monstruo cuando subo caminando por la
calle del Sol y voy llegando a Av. De
Guatemala, o cuando llego por la adiós desde
Lérida.
Su contemplación es casi vomitiva.
Un
amigo.