Subiendo a Puigventós, vista de la
montaña de Montserrat.
En 1025, Oliba, abad de Ripoll y obispo de Vic, fundó un nuevo
monasterio en la
ermita de
Santa María de Montserrat. En poco tiempo, el pequeño cenobio recibió peregrinos y visitantes, que contribuyeron a dar a conocer entre la gente las narraciones de los milagros y prodigios que obró la
Virgen.