No me importa compartir con todos vosotros la
historia de éstas dos
fotos. Un abismo las separan, la primera no tengo constancia de la fecha, la segunda es muy reciente del 15/05/2011 y con motivo de la
boda de mi sobrino Juanchu y Mónica (hijo de Juani), de ahí lo finolis que estamos.
Al comparar éstas fotos sólo puedo sentir mucho orgullo de mi querida
familia. Se puede apreciar en la primera
foto la depresiva situación por la que estábamos pasando con la reciente muerte de mi padre y el luto riguroso de años, vestida de negro, que mi madre le guardo, junto con las hijas mayores (así era entonces). Se puede leer en las miradas el dolor de mi madre al quedarse viuda con siete hijos y con el
cielo y la tierra como su único medio de sacar adelante a su familia (ningún recurso tenía la mujer) y que gracias a la familia de mi padre y vecinos de
Bielva, tan solidarios siempre, fue tirando hacia adelante. Se puede ver la expresividad de nuestras miradas donde claramente denotan la melancólica tristeza de nuestra situación, el amargor con que la vida nos estaba tratando en los primeros años de nuestra existencia. Mi madre el único cobijo que tenía para sus siete hijos era una casuca de no más de 35 M2 compuesta por dos compartimentos separados por un portalucu. Un compartimento rectangular era la habitación de matrimonio donde sólo cabía una cama y una cuna pequeña con un pequeño armario de madera en una
esquina, cercana a la
ventana y el otro habitáculo en forma de L era una zona diáfana donde estaba la entrada, cocina y
comedor y donde en una esquina tenía otra cama separada del resto de la zona sólo por cortinas, ni siquiera existía pared y allí en esa cama con jergón de paja dormíamos unos en el cabecero y otros en los pies, es decir sólo dos camas y una pequeña cuna para nueve de familia y no había más. A éstos dos habitáculos se accedían por
puertas independientes separadas por un portal que estaba a la entrada de la
casa. Por descontado que no teníamos
agua (había que ir con los calderos a la
fuente a por ella), ni servicio. El servicio lo teníamos a cielo abierto en un pequeño
huerto enfrente de la casa, donde ya os he contado en algún
mensaje titulado El Trono, como nos lo montábamos, con paraguas, farolillo y azada, cada vez que nuestro cuerpo nos pedía cumplir con tan repetitiva tarea.
De ahí mi gran orgullo actual, porque cada uno hemos salido adelante teniendo como decálogo la base de los valores que mi madre supo inculcarnos, hasta tal punto que hoy todos nos defendemos afortunadamente muy bien, teniendo patrimonio propio y desenvolvimiento económico desahogado, creciendo la familia con sobrinos y algunas de mis hermanos hasta con nietos, resultando cada generación mejor preparada y teniendo a varios titulados en la familia. Es decir de aquella época de blanco y negro de amarga existencia, hemos pasado con el sudor de cada uno a ésta época de
color con gran satisfacción del deber cumplido como se puede apreciar en nuestras miradas de la foto de color.
Ver en la boda de mi sobrino a la familia casi al completo, sólo faltaban mi hermano Antonio que no podía asistir por su enfermedad del Parkinson y mi hermano José Ramón, con su mujer Beni, su hija Beni y su nieto Alejandro que no han podido venir desde Algeciras y
Ceuta. Tengo que reconocer que degustar por unas horas de casi toda mi familia me llenaba más que el mejor de los manjares que pudieran ofrecerme. Ver a mis cuatro hermanas juntas se me caía la baba, ni os cuento a los mocetones de mis sobrinos, la mayoría con sus parejas y algunos ya casados y con hijos, pues es la mejor vista que he podido disfrutar éste año y que me perdonen los novios por robarle protagonismo con la familia, porque confieso que estaba más pendiente de mirar a mi familia que del entorno tan bonito que nos acompañaba y es que la oportunidad se lo merecía ya que es difícil reunirnos tantos de familia y tenía que aprovechar para saborear y recordar a mi madre como disfrutaría de éste momento, sabiendo de la miseria que salimos y que con sólo los valores que ella nos dejo (perdonar que sea tan pesado con los valores, pero han sido nuestra salvación) hemos sabido situarnos a nivel de cualquier familia de clase media del país.