....... La gente adulta sí que trabajaba muy duramente en la campaña de la hierba, porque lo tenían que hacer en tiempo limitado y aprovechando la etapa de más calor del verano que no era muy larga para segar, secar y recoger la hierba sobre todo los que tenían buenas extensiones de praos. Yo diría que era la época de más duro trabajo con diferencia al resto del año. Sin embargo para los adolescentes nos resultaba un medio-juego porque estábamos un poco a nuestro aire sin exigirnos la concentración y el ritmo que los mayores se marcaban, por ello el recuerdo es más de medio-jugueteo que de trabajo duro y asfixiante que suponía para los adultos.
Recuerdo que una vez repleto el carro de hierba nos dejaban subirnos a lo alto para entre la mullida hierba viajar del prau al pajar jugueteando entre nosotros y observando las buenas vistas que desde lo alto se contemplaban. Luego nos subíamos a los pajares para pisar la hierba que a paladas iban introduciendo los mayores y nos lo pasábamos bien medio enterrándonos en la hierba y jugando al escondite. La hierba se pisaba en los pajares para comprimirla en lo posible y así disponer de mayor capacidad de almacenaje. Eso sí se creaba una polvareda en el interior del pajar que salías envuelto entre sudor y polvo, pero se tomaba con filosofía, sobre todo los pequeños, pero para los mayores debía de ser un buen suplicio. También recuerdo como las mujeres preparaban la comida trasladándola posteriormente al campo para dar de comer al nutrido grupo de gente que se juntaba para ayudar en la hierba. La hora de la comida en el campo para la chavalería era una gozada comer de todo lo que te ponían, bueno y rico que entraba de maravilla en el campo por el desgaste del trabajo, tirando de botijo para calmar la sed y los mayores de bota para dar una alegría al cuerpo en contrapartida del duro castigar que suponía el proceso de la hierba. Las mujeres, como casi siempre tenían múltiples tareas, pues además de ayudar en la hierba tenían que atender a los animales, los hijos, las tareas de la casa (lavando en el rio, entre otras “lindezas”), las comidas a punto con su traslado al campo para que sus hombres estuvieran bien alimentados para rendir en sus menores tareas, aunque también duras.
Si tengo que opinar, pienso que los auténticos motores de tirar de la familia y de sacar adelante a su prole, sin lugar a dudas para mí son las mujeres las protagonistas de autenticas hazañas de la época, duras y silenciosas cómo maquinas todo terreno no paraban en todo el día con jornadas continuas de intenso trabajo durante 17-18 horas, día tras día, sólo les quedaba libre las 6-7 horas de dormir, mientras que los hombres se resarcían por las tarde-noche en la taberna echando unos vinos, después de su también dura jornada, pero ellas, sólo ellas, que los hombres de la época las consideraban inferiores eran muy superiores en todo, no digamos emocionalmente, con esa innata inteligencia emocional muy por encima de los hombres, tenían un amueblamiento de cabeza que les servía de forma natural para controlar, conducir y canalizar el machismo que los voceras sin control de los hombres ejercían. Mi rendición y tributo a esa generación de mujeres de la época que cuanto más tiempo pasa más aprecio su valiosa aportación de inteligencia y saber estar. Me pregunto ¿Qué hubiera sido de nosotros sin la intervención de estas mujeres auténticos pilares del núcleo familiar? Los hombres como casi siempre unos bla, bla, bla, creyéndose que con la fuerza bruta estaba todo solucionado.
Recuerdo que una vez repleto el carro de hierba nos dejaban subirnos a lo alto para entre la mullida hierba viajar del prau al pajar jugueteando entre nosotros y observando las buenas vistas que desde lo alto se contemplaban. Luego nos subíamos a los pajares para pisar la hierba que a paladas iban introduciendo los mayores y nos lo pasábamos bien medio enterrándonos en la hierba y jugando al escondite. La hierba se pisaba en los pajares para comprimirla en lo posible y así disponer de mayor capacidad de almacenaje. Eso sí se creaba una polvareda en el interior del pajar que salías envuelto entre sudor y polvo, pero se tomaba con filosofía, sobre todo los pequeños, pero para los mayores debía de ser un buen suplicio. También recuerdo como las mujeres preparaban la comida trasladándola posteriormente al campo para dar de comer al nutrido grupo de gente que se juntaba para ayudar en la hierba. La hora de la comida en el campo para la chavalería era una gozada comer de todo lo que te ponían, bueno y rico que entraba de maravilla en el campo por el desgaste del trabajo, tirando de botijo para calmar la sed y los mayores de bota para dar una alegría al cuerpo en contrapartida del duro castigar que suponía el proceso de la hierba. Las mujeres, como casi siempre tenían múltiples tareas, pues además de ayudar en la hierba tenían que atender a los animales, los hijos, las tareas de la casa (lavando en el rio, entre otras “lindezas”), las comidas a punto con su traslado al campo para que sus hombres estuvieran bien alimentados para rendir en sus menores tareas, aunque también duras.
Si tengo que opinar, pienso que los auténticos motores de tirar de la familia y de sacar adelante a su prole, sin lugar a dudas para mí son las mujeres las protagonistas de autenticas hazañas de la época, duras y silenciosas cómo maquinas todo terreno no paraban en todo el día con jornadas continuas de intenso trabajo durante 17-18 horas, día tras día, sólo les quedaba libre las 6-7 horas de dormir, mientras que los hombres se resarcían por las tarde-noche en la taberna echando unos vinos, después de su también dura jornada, pero ellas, sólo ellas, que los hombres de la época las consideraban inferiores eran muy superiores en todo, no digamos emocionalmente, con esa innata inteligencia emocional muy por encima de los hombres, tenían un amueblamiento de cabeza que les servía de forma natural para controlar, conducir y canalizar el machismo que los voceras sin control de los hombres ejercían. Mi rendición y tributo a esa generación de mujeres de la época que cuanto más tiempo pasa más aprecio su valiosa aportación de inteligencia y saber estar. Me pregunto ¿Qué hubiera sido de nosotros sin la intervención de estas mujeres auténticos pilares del núcleo familiar? Los hombres como casi siempre unos bla, bla, bla, creyéndose que con la fuerza bruta estaba todo solucionado.