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BIELVA: Vuelves a arrancarme una carcajada o mejor dicho muchas...

El trono que hoy conocemos y disfrutamos en el bienestar de nuestra intimidad, donde podemos visitarlo con libros, revistas, buena temperatura y trasladarnos en pijama sin salir de casa, asumiéndolo como una acción natural y sin darle mayor importancia. Pues bien, esto no era así hace 50 años en la mayoría de los pueblos de nuestro País.
Recuerdo de niño que en Bielva existían muy pocas casas, yo diría no más de cinco que podían disponer de un sólo inodoro considerándolo un artículo de lujo y detalle de distinción de quien lo poseía por modernista y buen pudiente para pagarlo, porque entre otras cosas, el pueblo no disponía de una red de alcantarillado, ni tuberías de acometida de agua sanitaria, salvo esas privilegiadas casas. Para tal cometido, el resto de los mortales nos buscábamos la vida como podíamos. El que tenía la cuadra pegada a la casa, ya era un gran avance, porque podía compartir el canal que en el suelo de la cuadra disponían las vacas para sus evacuaciones y así no se mojaba, ni se le congelaba el trasero, si el día estaba intempestivo y también disponía de cierta intimidad de cara a los ojos forasteros, el único riesgo era si la operación se simultaneaba con la de alguna vaca cuando estabas en posición, entonces tenias que maniobrar con rapidez para evitar ser salpicado por tu vecina vaca que no tenía el cuidado pertinente cuando tú estabas cercano. Otros que no disponíamos de cuadra solíamos ir a cielo abierto al huerto frente a la casa. Allí nos atrincherábamos en algún rincón provistos de azada, para taparlo posteriormente, y paraguas, si el día nos salía lluvioso, y un farol si era de noche. Allí en posición de cuclillas te disponías para hacer la gran obra del día, con una mano sujetando el paraguas y con la otra el papel de estraza, periódico, revista, etc., (menos papel higiénico de rollo que era un lujo entonces) y así entre tanto ajetreo intentabas culminar tu obligación de la venerada tarea fisiológica. Visto desde hoy parece ciencia ficción, pero os prometo que fue una realidad y no hace varios siglos.

Vuelves a arrancarme una carcajada o mejor dicho muchas carcajadas. No por la cuestión en sí, sino por tu sutil narrativa, "maniobrar con rapidez" "y paraguas, si el día era lluvioso y un farol si era de noche" jajajaja.
A partir de ahora voy a saber apreciar mas nuestra privilegiada situación actual a ese respecto. Un abrazote.