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Gervasio, cuanto me recuerdan tus palabras a la conversación que tuve ayer tarde con mi abuelo, cuando me contaba, como muchas otras veces, la cantidad de kilómetros que tenían que recorrer andando para ir y volver a trabajar a la mina, que iban por todos los montes y alguna vez se quedaban dormidos si paraban a descansar en alguna sombra, agotados por el cansacio de tanto trabajar. Que los últimos años cuando les pusieron el autobús, iban a trabajar y les parecía como si fueran de excursión a la playa de San Vicente. Así que cuando abrieron las cuevas del Soplao le hicieron una entrevista de TV y contaba estas anécdotas y no se creían que pudieran andar tanto para trabajar, cumplir duramente con sus obligaciones en la mina y luego regresar a casa y seguir con las labores del campo. Por eso, viven sólo unos pocos de aquella época. Hay quien dice que no lo hubiera hecho, pero mi abuelo dice: "tú también lo harías si al volver a casa tuvieras unas cuantas bocas que alimentar". Que cierto es todo lo que nos cuentan y lo duro que era la vida en aquellos años. Yo tengo la gran suerte de poder escucharlo de la boca de mi abuelo y que tenga la recompensa de poder ver a su familia junto a él con todo el sacrificio que le supondría sacarlos adelante, aunque también me duele que hayan tenido que sufrir tanto. Por ello, siendo de otras generaciones, tenemos que agradecerselo no olvidándonos de lo que han tenido que vivir por nosotros.