Llega la Navidad, la fiesta más entrañable del año.
No entiendo a la gente que no le gustan estas fiestas, la verdad, no los entiendo.
Los considero amargados y egoístas; sí, egoístas.
Se escudan en el exceso de consumo cuando a nadie se le obliga consumir por encima de sus posibilidades; ¿qué demonios se puede comer que no se haya comido ya durante el resto del año?... excusa injustificada.
Se quejan de que son fiestas tristes porque, por una u otra razón, siempre faltan seres queridos, ¿acaso no han faltado el resto del año?... y no por eso el año ha sido triste.
En esa misma línea se quejan de que solo sirven para evocar recuerdos de esas ausencias de seres queridos, ¿acaso durante el resto del año los olvidamos?.
Excusas sin consistencia para justificar nuestro egoísmo porque las cosas no son como queremos que sean, sobre todo porque queda bien ir contra las costumbres ancestrales, contra los tipismos, contra la felicidad de los demás cuando no nos proporciona la propia.
¿Acaso no se puede ser feliz viendo a los demás felices?.
¿Hay algo más grande en la familia que la propia familia unida?.
¿Hay algo más entrañable y divertido a la vez que cantar villancicos en familia alrededor de un belén o un árbol engalanado para la ocasión?
¿Hay algo más emotivo que abrir una botella de sidra o champán tras las campanadas de fin de año y abrazarse todos y cada uno deseándose de corazón feliz año nuevo?
Todo esto y muchas cosas más se pueden realizar gracias a la celebración de estas fiestas navideñas, sin ellas acabaríamos el año con la misma rutina y abatimiento que hemos arrastrado durante el mismo. Yo solo siento envidia sana de quien es capaz de disfrutarlas más y mejor que yo.
Hay momentos para ser fríos, para ser serios, para ser pragmáticos, para ser materialistas, para ser duros, para ser indiferentes, para ser ambiciosos, para ser egoístas... también los hay para ser todo lo contrario y estas fiestas son el momento idóneo para ello, así que disfrutémoslas en vida y cuerpo que para ello son y para ello las hemos creado. No conozco a ninguna familia arruinada por celebrar la navidad, así que la excusa del consumo es pueril.
Hay algo que debemos tener muy presente, por evidente: En estas fiestas no están todos los que son, pero SÍ son todos los que están, esto es lo que deberíamos tener en cuenta a la hora de celebrarlas, hacerlo con el que está y recordar al que estuvo. No hay tristeza en recordar, solo hay cariño.
Por esto y muchas cosas más... ven a mi casa esta navidad… (es broma, lo decía Luis Aguilé, ni se os ocurra hacerlo)
No entiendo a la gente que no le gustan estas fiestas, la verdad, no los entiendo.
Los considero amargados y egoístas; sí, egoístas.
Se escudan en el exceso de consumo cuando a nadie se le obliga consumir por encima de sus posibilidades; ¿qué demonios se puede comer que no se haya comido ya durante el resto del año?... excusa injustificada.
Se quejan de que son fiestas tristes porque, por una u otra razón, siempre faltan seres queridos, ¿acaso no han faltado el resto del año?... y no por eso el año ha sido triste.
En esa misma línea se quejan de que solo sirven para evocar recuerdos de esas ausencias de seres queridos, ¿acaso durante el resto del año los olvidamos?.
Excusas sin consistencia para justificar nuestro egoísmo porque las cosas no son como queremos que sean, sobre todo porque queda bien ir contra las costumbres ancestrales, contra los tipismos, contra la felicidad de los demás cuando no nos proporciona la propia.
¿Acaso no se puede ser feliz viendo a los demás felices?.
¿Hay algo más grande en la familia que la propia familia unida?.
¿Hay algo más entrañable y divertido a la vez que cantar villancicos en familia alrededor de un belén o un árbol engalanado para la ocasión?
¿Hay algo más emotivo que abrir una botella de sidra o champán tras las campanadas de fin de año y abrazarse todos y cada uno deseándose de corazón feliz año nuevo?
Todo esto y muchas cosas más se pueden realizar gracias a la celebración de estas fiestas navideñas, sin ellas acabaríamos el año con la misma rutina y abatimiento que hemos arrastrado durante el mismo. Yo solo siento envidia sana de quien es capaz de disfrutarlas más y mejor que yo.
Hay momentos para ser fríos, para ser serios, para ser pragmáticos, para ser materialistas, para ser duros, para ser indiferentes, para ser ambiciosos, para ser egoístas... también los hay para ser todo lo contrario y estas fiestas son el momento idóneo para ello, así que disfrutémoslas en vida y cuerpo que para ello son y para ello las hemos creado. No conozco a ninguna familia arruinada por celebrar la navidad, así que la excusa del consumo es pueril.
Hay algo que debemos tener muy presente, por evidente: En estas fiestas no están todos los que son, pero SÍ son todos los que están, esto es lo que deberíamos tener en cuenta a la hora de celebrarlas, hacerlo con el que está y recordar al que estuvo. No hay tristeza en recordar, solo hay cariño.
Por esto y muchas cosas más... ven a mi casa esta navidad… (es broma, lo decía Luis Aguilé, ni se os ocurra hacerlo)