Los primeros pobladores de Alpera corresponden al Paleolítico. Sin embargo, las manifestaciones artísticas rupestres más antiguas corresponden al Paleolítico Superior, con una
antigüedad superior a los 12.000 años, y han sido halladas en la
Cueva del Niño. Esta cueva, situada en el término municipal de
Ayna, constituye, sin duda, la auténtica cuna del
arte rupestre
albaceteño. Ayna presume de su Cueva del Niño, pero también de su privilegio de villazgo, guardado como un tesoro por el
Ayuntamiento. Este privilegio, concedido por Felipe II el 22 de septiembre de 1565,desvinculaba a la población de Alcaraz, de quien había sido aldea hasta esa fecha. Con este título de Villa se le señalaba también término propio, aunque no por ello perdía la mancomunidad de pastos que gozaba con Alcaraz. El nombre de Ayna deriva del vocablo árabe ayn, que significa
fuente, aunque habría que citarlo en plural, pues son más de doce las que tiene el
pueblo, lo que hacen de él un auténtico manantial natural. Durante la dominación musulmana, Ayna debió ser una pequeña alquería integrada en la cora de
Jaén, cuyos habitantes aprovecharon las
aguas del
río y de estas abundantes
fuentes para establecer pequeños cultivos. Se agrupaban todos ellos en torno al
castillo de la Yedra, del que tan sólo quedan los restos de algún muro casi derruido en el lugar llamado la Cueva de los Moros, dos grandes peñascos que han creado un paso natural, y algún muro cercano. En este lugar se cree que existía un
túnel que comunicaba el castillo con el río, pero por más que se ha intentado buscarlo, ha sido sin éxito alguno. La llegada a Ayna es realmente sorprendente y la visión de su entorno constituye todo un regalo para los ojos. Después de recorrer los terrenos llanos y ligeramente ondulados del mediodía de Albacete, al llegar a esta población, el suelo se rompe y el
paisaje cambia radicalmente, presentando una orografía absolutamente quebrada, muy distinta de la que nos lleva hasta la población. Sus
casas aparecen apretadas unas contra otras, y contra las mismas lomas del
monte San Urbán, buscando un espacio que parece no existir. De esta forma, se han aprovechado las laderas y cantiles rocosos para emplazar las viviendas. Antes de llegar a Ayna por la serpenteante
carretera, que parece que nos va a arrojar al vacío por el abismo en cualquier momento, es obligado hacer una parada en el
Mirador del Diablo, donde se ven unas vistas increíbles de todo el
valle del río Mundo, de su arbolada umbría, y del mismo pueblo.