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CASAS DE LAZARO: El thesauros de La Quéjola (San Pedro, Albacete). Un...

El thesauros de La Quéjola (San Pedro, Albacete). Un espacio singular del s. V. a. C.
Juan Blánquez Pérez

En la última década de este siglo, excavaciones realizadas en el poblado ibérico de la Quéjola (San Pedro, Albacete) han sacado a la luz un "edificio singular" cuya interpretación, en función del análisis constructivo y de los materiales en ella hallados, permiten ir más allá de dicha singularidad y apuntar su interpretación como un thesauros.

Dicho poblado se encuentra situado en las tierras del interior peninsular, en el sureste meseteño. Abarca un período de vida de, aproximadamente, no mas de un siglo, desde un momento impreciso de finales del s. VI o principios del V a. C. hasta finales de este mismo siglo, a tenor de sus materiales cerámicos de barniz negro. En este asentamiento parece claro que el vino fue el protagonista, su razón de ser, dentro de un territorio necesariamente organizado a tenor de su misma especialización económica. En este sentido La Quéjola se convierte, así, en el mejor paralelo formal de L'Alt de Benimaquía (Denia, Alicante) con el que coincide hasta en sus dimensiones, si bien en nuestro caso totalmente inmersa ya en la cultura ibérica.

Suficientemente publicados sus características principales, así como una primera valoración de sus materiales anfóricos, querríamos presentar aquí de manera monográfica el citado espacio singular, interpretado como un thesauros, dada su importancia en un campo tan poco conocido como es, todavía, la religiosidad ibérica.

La excavación del poblado permitió identificar una vivienda, denominada "casa nº. 2, adosada a la muralla, y planta rectangular de casi 6x4 ms. en sus medidas internas. Su estudio puso de manifiesto evidencias, tanto constructivas como espaciales y de cultura material a favor de identificar este espacio como sacral. Se trata una construcción doble, una adosada a la otra, que reúnen esta triple peculiaridad, lo que aconsejan un estudio en conjunto.

La primera de ellas (al norte) corresponde con el espacio sacro propiamente dicho. Presentaba en su interior una sencilla compartimentación materializada mediante el alzado de un ligero muro medianero, con vano central, en absoluto estructural dentro de la construcción general y que, por ello, debe considerarse como provocador de dos espacios diferenciados dentro de la misma estancia, si bien por los materiales -una prácticamente in situ- no captamos su esencia. La puerta, centrada en la pared oeste que daba a la calle, estuvo originalmente enmarcada por dos columnas de madera (que no se han conservado) pero sí los dos pseudocapiteles que sujetaban, elaborados en argamasa blanquecina, de gran dureza pero muy ligeros. No obstante, desde un primer momento, el vano quedó cegado de manera intencionada configurando, así, una típica "puerta ciega" cuestión ésta para nada anómala en ambientes sacros mediterráneos. De hecho, el citado muro medianero venía a morir al centro de este vano imposibilitando, de este modo también, entrar en este espacio. Dado el adosamiento de toda esta alineación de casas a la muralla sólo queda admitir la evidencia de una entrada por el techo.

Por su parte, el otro departamento, adosado al sur, presentaba una doble compartimentación con entrada ya desde la calle. Destacaríamos de éste su segunda estancia, dado su gran tamaño (aprox. 7,5x4,5, de las que 5x4,5 corresponden al gran cuarto del fondo) así como por haber sido en ella donde apareció la mayor parte de la vajilla de mesa con decoración pintada y, práctica totalidad, de los pithoi pintados apoyados en la pared norte lo cual, por cierto, imposibilitaba un potencial vano de entrada al espacio sacro desde esta segunda habitación.

Dentro de las peculiaridades constructivas del espacio sacro podríamos resaltar, en primer lugar, el empleo de abobes (30x23x8 y 1,5 cm de llaga) para el muro oeste que daba a la calle, mientras que todo el resto del poblado fue levantado con tapial. De igual modo podríamos destacar la utilización de un revoco, bastante bien conservado al interior, a base de un preparado de cal cercano al centímetro de grosor acabado mediante un pigmento de fuerte tonalidad rojiza, por cierto, varias veces repintado siempre en el mismo color. El suelo, sin embargo, al igual que en todo el resto del poblado, era de arcilla apisonada obtenida de la zona de la vega solo que bastante bien conservado por su endurecimiento a consecuencia de haberse quemado encima la techumbre de la estancia con motivo del abandono del asentamiento.

Por lo que respecta a las peculiaridades espaciales estas son, si cabe, todavía más sugerentes. Además de estar adosadas a la muralla, ambas habitaciones rompían la alineación de las casas al remeterse hacia aquella y dejar, así, una calle notablemente más ancha. Ello favorecería, indudablemente, una mejor perspectiva de sus fachadas y encaja muy bien con una segunda peculiaridad, el adelantamiento -técnicamente innecesario- de sus muros perimetrales creando, así, un espacio in antis. Por último, destacar, tal y como ya hemos comentado, la colocación en la fachada del espacio sacro propiamente dicho de una puerta ciega enmarcada por dos columnas con pseudocapiteles, y su obligado acceso por el techo.

Por último anotar, aunque sea brevemente, los materiales aparecidos en la estancia norte que, pensamos, corroboran con su tipología y potencial funcionalidad, la identificación de este espacio como sacral. En primer lugar destacaríamos el propio timiaterio y, con él otros elementos metálicos (armas y varillas de hierro) inusuales en lugares de hábitat. Pero los más abundantes, como era de suponer, son los cerámicos: sítulas (tanto en común pintada como de pasta "tipo cocina"); cazuelas con decoración plástica de palomas en el cuello; grandes vasijas de boca ancha elaboradas, nuevamente, con arcilla "tipo cocina", si bien intencionadamente revocadas con yeso reproduciendo, así, una oportuna coloración blanquecina; cerámicas de importación, siempre la misma forma (Castulo-cup); o, por último, ánforas de importación, algunas de ellas con estampillados. A ello habría que añadir la segura existencia, dado el alto número de pondera, de dos telares de pared; uno en cada espacio diferenciado por el muro medianero que, dado el filtro de sacralidad con que debemos interpretar todo objeto guardado en este espacio, debemos ponerlo en relación con ritos de hilatura sagrada (Almagro-Gorbea 1996,56)

Nos encontramos, pues, ante un espacio singular en el que se han guardado todo un repertorio de los más significativos elementos de prestigio dentro de la sociedad ibérica del s. V a. C