Los orígenes de la ciudad de Chinchilla de Montearagón son bastante remotos. En época de dominación musulmana debió de ser la población más importante de los contornos, siendo centro de elaboración de tejidos, alfombras y tapices.
En época musulmana, siglo VIII, hay ya referencias históricas de Chinchilla, pero es hacia el 928, bajo el califato cordobés, cuando adquiere notoriedad. Recibió el nombre de Ghenghalet y figuró entre las poblaciones más importantes del Reino de
Murcia. También bajo el mismo dominio se llamó Yinyalá o también Sintinyala.
Después de esta dominación, y bajo mandato de Fernando VII adquirió el título de Fidelísima siendo la capital de la efímera provincia de Chinchilla (Trienio liberal de 1820) y recobrando el protagonismo de Ciudad hasta el año 1823. Pero la represión absolutista de Fernando VII acaba con este breve paréntesis liberal. Al final, en 1833 la capitalidad recae sobre
Albacete con la división de Javier de
Burgos. Sin embargo, y en las Guerras Carlistas, aún siendo capital Albacete varias instituciones como la Diputación se resguardaron en el cobijo de los muros de Chinchilla de Montearagón.
Don Pelayo Pérez Correa conquistó la ciudad en el año 1242, permaneciendo durante toda la Baja Edad Media como la ciudad más importante de la zona. Chinchilla fue cabeza de toda la Mancha de Montearagón, gobernando un amplísimo término municipal que posteriormente se fue recortando. Chinchilla llegó a ser en el siglo XVI sede del corregimiento de la provincia del marquesado de Villena, pero ya la villa de Albacete había logrado ya mayor relevancia.
Situada en un enclave fortificado y estratégico, fue escenario de numerosas acciones en 1707, durante el conflicto internacional de la Guerra de Sucesión Española; las tropas del archiduque Carlos se apoderaron de Chinchilla.
Durante la Guerra de la Independencia se adueñaron de su
castillo las tropas francesas, las cuales volaron el
Torreón del
Homenaje.
Después de esta dominación, y bajo mandato de Fernando VII adquirió el título de Fidelísima siendo la capital de la efímera provincia de Chinchilla (Trienio liberal de 1820) y recobrando el protagonismo de Ciudad hasta el año 1823. Pero la represión absolutista de Fernando VII acaba con este breve paréntesis liberal. Al final, en 1833 la capitalidad recae sobre Albacete con la división de Javier de Burgos. Sin embargo, y en las Guerras Carlistas, aún siendo capital Albacete varias instituciones como la Diputación se resguardaron en el cobijo de los muros de Chinchilla de Montearagón.
HISTORIA. Esta c. edificada según el genio de los antiguos, y rodeada de pequeñas
murallas supliendo por ellas el peñasco, es probablemente la que con el nombre Parietinae figura en el itinerario
romano sirviendo de mansión en el
camino que conducía desde Lamimium á Caesaraugusta; concurren a persuadirlo así el antecedente topográfico que resulta de la colocación de las mansiones de aquel camino
militar y la sinonimia que parece entre los nombres Parietiñae y Chinchilla, procediendo este del griego Theichia, donde añadida la l. y mudada la t en z, pudo resultar Zeichela, y de aqui con la pronunciación á ch que se dio a la t o th en los siglos medios, Cheuchelia y Chinchilla, equivaliendo así al latino Parietinae. Fue conquistada a los sarracenos por la corona de
Aragón de la cual la desmembró el rey D. Alonso VIII de Castilla, ganándola el rey D. Ramiro de Monge. La recobró después el aragonés durante la minoría de D. Fernando IV de Castilla, a cuyo estado volvió luego y recibió el título de c. del rey D. Juan II, año 1422, por haberle servido con mucha gente en las guerras que habia tenido el año anterior. En 147 9 fué incorporada a la corona, después de haber sido sitiada por las tropas aragonesas y libertada por el marqués de Villena. Dominaron su fortaleza las tropas del archiduque el año 1707, y la abandonaron llevando su artillería para servirse de ella en la memorable batalla de Almansa.
El
escudo de armas de esta c. ostenta un cast. con los
torreones; en cada uno un águila con un pie en el torreón y el otro en el cast., mirándose una a otra: debajo de los torreones dos ciervos uno en cada lado.
* Diccionario geográfico – estadístico - histórico de
España y sus posesiones de Ultramar. Pascual Madoz, 1848.